Un grave error de Vox

Con esta opción por la confrontación con el PP y Cs, Vox alimenta la táctica del PSOE de aumentar la división entre el centro derecha, mermando sus opciones de formar un bloque de oposición

ABC

Una cosa es la política local y autonómica, donde normalmente se juega en corto, y otra muy distinta la política nacional, en cuyas instituciones se ponen a prueba las verdaderas capacidades de los partidos políticos para definir sus estrategias y responder a las exigencias de sus responsabilidades representativas. El estreno de Vox como fuerza significativa del nuevo Parlamento es paradigmático de la diferencia entre predicar y dar trigo. Su enrocamiento en el «no» a la propuesta de Pablo Casado de repartir votos con Ciudadanos para ganar un puesto en la Mesa del Congreso es un indicio preocupante de su opción por una estrategia unilateral frente al futuro gobierno de extrema izquierda que quiere liderar Pedro Sánchez. No es la primera decisión con la que Vox muestra una mutilada visión de su papel en la política española, porque ya se negó a participar en el proyecto de España Suma que propuso el Partido Popular y rechazó facilitar una concentración de voto en aquellas provincias donde era previsible un desperdicio del voto constitucionalista.

Con esta opción por la confrontación con el PP y Ciudadanos, Vox está realimentando la táctica del PSOE de aumentar la división entre las formaciones que están en el centro y la derecha, mermando sus opciones de constituir un bloque de oposición, diferenciado en sus medios, pero coincidente en sus objetivos de impedir que España acabe desestabilizada por un gobierno de extrema izquierda. En todo caso, más que lamentarse por lo sucedido, quizá sea conveniente que el electorado de derecha tome nota de que la fragmentación del voto tiene consecuencias reales que fortalecen a la izquierda y que la cerrazón a la que acaban sucumbiendo los populismos los conduce a un callejón sin salida.

Tiene razón Pablo Casado cuando afirma que la relación del PP con Vox no puede consistir en doblar sus apuestas más radicales, porque esa opción supondría la desaparición del liberalismo conservador en España, que es la ideología que mejor ha gobernado el país, desde el reformismo, la moderación y los principios constitucionales. Es conveniente, sin duda, que los partidos situados a la derecha del PSOE acaben encontrando un espacio común de colaboración, pero no a cualquier precio, sino en el marco en el que las sociedades democráticas han consolidado sus Estados de Derecho, sus democracias parlamentarias y sus sistemas constitucionales de libertades y derechos. El daño hecho por Vox en la Mesa del Congreso es irreversible. Hay que confiar en que sus dirigentes reflexionen y sean conscientes de que, si Sánchez forma gobierno con Unidas Podemos y suma el apoyo de ERC, será tiempo de actuar con generosidad y no con egoísmos partidistas.

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