Editorial ABC
Un Gobierno que nace fracturado
No es un Ejecutivo con un especial peso político. Está claro que Pedro Sánchez ha renunciado a la calidad para ganar en cantidad y, sobre todo, en fidelidad interna
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El Gobierno que ha formado Sánchez demuestra que no confía en la coalición sellada por el PSOE con Unidas Podemos. El número desproporcionado de ministerios sólo tiene como finalidad diluir la cuota de Iglesias y sus compañeros de partido y hacer bien visible el hecho de que Unidas Podemos es un cuerpo extraño en la mesa del Consejo de Ministros. Tan evidente es la separación de grupos en el seno del Ejecutivo que parece que Sánchez presidirá dos gobiernos distintos, pero sólo el suyo, el socialista, será el que decida. Aunque como todo nuevo gobierno merecería el beneficio de los cien días, Sánchez lo ha amortizado en estos días de torpe gestión política de determinación de su gabinete. El resultado es un equipo fragmentario, peor que heterogéneo, pensado para neutralizarse a sí mismo con integrantes antagónicos en cuestiones, por ejemplo, judiciales, fiscales y económicas. No han pasado ni seis meses desde que Unidas Podemos acusara a Grande-Marlaska de «reactivar las cloacas del Estado» y ahora ambos comparten un Consejo de Ministros cuyo funcionamiento se fundamenta en la solidaridad de sus miembros. El día a día de este Ejecutivo tendrá mucha declaración política y escasos resultados prácticos. Se han segregado competencias para crear Ministerios sin contenidos suficientes, porque las verdaderas competencias normativas y ejecutivas están en manos de las Comunidades Autónomas. El caso del nuevo Ministerio de Universidades es paradigmático de la arbitraria determinación de carteras por Sánchez, quien tiempo atrás abogaba por unir Universidades y Ciencia. Puro y simple reparto de sillones para hacerse un hueco sin consideración por las necesidades reales de la sociedad española. Por eso es un gobierno que anticipa fracturas internas, salvadas inicialmente por la prioridad del poder, pero que acabarán aflorando cuando de la mesa del Consejo de Ministros deban salir directrices únicas para políticas especialmente relevantes.
No es un Ejecutivo con un especial peso político. Mas bien Pedro Sánchez ha renunciado a la calidad para ganar en cantidad y, sobre todo, en fidelidad interna. No hay respuestas tranquilizadoras sobre lo que este Gobierno vaya a hacer en materia económica, social, fiscal, legislativa, territorial, institucional e internacional. En primer lugar, porque el perfil de sus ministros no permite augurar iniciativas políticas con calado. En segundo lugar, porque la conflictividad interna a medio plazo asegura la falta de la fortaleza necesaria para afrontar problemas tan graves como el separatismo catalán, el Brexit o la debilidad económica. El mensaje de Ferraz de que es un equipo fundamentalmente económico es una burda intoxicación para ocultar su poca fuerza política y los muchos riesgos de quiebra que presenta. Esta vez a Sánchez no le ha salido un gobierno «bonito».