Editorial ABC
El Rey, garante de la Constitución
Don Felipe es el Rey que merecemos tener porque su compromiso con España y con nuestro futuro es irreversible. Es hora de que España, con su Rey al frente, se quiera a sí misma
Con su tradicional mensaje de Nochebuena, Su Majestad el Rey ha dado un impecable ejemplo de defensa de la Constitución como garante de nuestro modo de entender la vida, de nuestra visión de la sociedad, de la dignidad del ser humano y, por supuesto, de nuestros derechos y libertades en democracia. La reivindicación de la Constitución como el fundamento vigente y sólido de nuestra convivencia frente a quienes se han propuesto derruirla, fue uno de los mensajes más relevantes de Don Felipe, quien además hizo hincapié en que «todos tenemos el deber de respetarla». Fueron palabras de concordia en unos momentos en los que el independentismo y el populismo de extrema izquierda mantienen su ofensiva contra la Carta Magna, con intentos constantes de derogar muchos de sus postulados por la vía de los hechos consumados. Así lo demostraron ayer ERC o Podemos -socio de gobierno de Pedro Sánchez- calificando de «vergüenza» un discurso que fue modélico en el fondo y en la forma. En cambio, el PSOE, el PP, Vox y Ciudadanos elogiaron las palabras del Rey porque, en efecto, no es hora de dar por superada la Constitución, sino de realzarla como solución útil y próspera para muchos de los males que aquejan a nuestra sociedad, y frente a quienes alientan la fractura social, la división política y la polarización ideológica de los españoles.
Don Felipe recordó, invocando un «gran esfuerzo nacional» para la recuperación de España tras la trágica pandemia, que la Constitución es la clave del progreso conseguido en democracia, y que a su vez, ese es «el resultado del reencuentro y el pacto entre los españoles después de un largo periodo de enfrentamientos y divisiones». La unidad en los valores democráticos frente a quienes alientan la división, el respeto a la pluralidad sin imponer criterios excluyentes y sectarios, o la capacidad de dialogar para alcanzar acuerdos políticos, son determinantes. Son principios que, como sostuvo Don Felipe, no pueden perder «nunca vigencia por el paso de los años». Por eso, el revisionismo constante que la izquierda impulsa desde el revanchismo no debería tener cabida en la España de concordia que reafirmó el Rey.
Respetar nuestros principios democráticos y cumplir con las leyes vigentes en lugar de desobedecerlas debe complementarse además con la preservación de los valores éticos inherentes a todos los poderes públicos e instituciones, incluida la Corona. En este contexto, Don Felipe volvió a trazar una nítida línea roja frente a los comportamientos poco ejemplares ocurridos en su propia familia, en especial con la figura del Rey emérito, quien por primera vez en democracia estuvo ausente de España en una Nochebuena. En 2014 Don Felipe ya subrayó su indiscutible compromiso y respeto por los principios morales y éticos que los ciudadanos exigen a quienes integran los poderes públicos. Lo mismo hizo el pasado 15 de marzo, cuando se desmarcó taxativamente de las conductas abusivas y poco ejemplares que diversas investigaciones atribuían a su padre. El Rey no solo no rehuyó esta espinosa cuestión, que sin duda le afecta como hijo, sino que tuvo la valentía de volver a marcar distancias: esos principios «nos obligan a todos sin excepciones y están por encima de cualquier consideración, de la naturaleza que sea, incluso de las personales o familiares». Quizás Podemos y el independentismo pretendían una inmolación pública del Rey porque en el fondo les daba igual lo que dijera en su discurso. Lo iban a atacar de todos modos. Por eso mismo cobran doble relevancia sus palabras sobre la ética y la ejemplaridad públicas. El Rey fue concluyente, lo cual es digno de elogio, en la protección de la Corona por encima de las personas insertas en comportamientos irregulares. Y nadie con un mínimo de objetividad podrá sostener que ha declinado sus responsabilidades aun a costa de sufrir fricciones familiares muy dolorosas.
La Monarquía parlamentaria es la auténtica garantía de que nuestro sistema político siga siendo válido. Y más aún en estos momentos de incertidumbre, con una profunda recesión económica, con muchos empresarios castigados por la pandemia o directamente en la ruina, y sobre todo con cientos de miles de personas llorando a tantos seres queridos arrastrados por el coronavirus a la muerte. El emotivo recuerdo para ellos, y para todos los colectivos sanitarios que luchan aun a costa de su propia salud, demuestra que Don Felipe es el Rey que merecemos tener porque su compromiso con España y con nuestro futuro es irreversible. Es hora de que España, con su Rey al frente, se quiera a sí misma y deje de hacerse daño.