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Cambio de guardia

La llave de Caracas

El dinero deja pistas. Siempre. La pista más negra de la política española se pierde en Venezuela

Gabriel Albiac

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Vivimos la descomposición de un régimen. No es valoración; es dato. Una región desafía a la nación y nada pasa. Mientras, en el Estado, gentes turbias se enriquecen. Muere un mundo, muere un sistema político. Todo se pudre.

Todo se pudre. No hay un gobierno. ... Hay dos. Ni siquiera ha jugado nadie a ocultarlo. Desde su formación, Sánchez e Iglesias explicitaron que cada uno de los dos hemisferios del ejecutivo quedaría, en exclusiva, bajo el poder de uno de los dos partidos; lo cual vale decir bajo la decisión personal de cada uno de sus dos líderes. Los ministerios de Podemos renunciaban a hacer pública disconformidad alguna con las actuaciones de los ministerios cuyo lote había correspondido al PSOE. Y a la inversa. Se podrá eludir el peso de la realidad a golpe de eufemismos y de televisores. Pero la realidad es testaruda y acaba siempre por imponerse a las palabras en las actuaciones políticas: no hay un gobierno, hay dos. Con dos presidentes al frente. Uno mayoritario: Sánchez. Otro que, en su minoría, es absolutamente necesario para la supervivencia parlamentaria del primero: Iglesias. En política no es lo esencial quién tiene la mayoría, sino quien dispone de los medios para privarle de ella. Basta un gesto del delirante grupo que dirige Iglesias, para que el PSOE cierre su siglo y pico de existencia, naufragando en la nada. Y no precisamente del modo más elegante.

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