Tribuna Abierta

La crisis constituyente

La Constitución de 1978 no se ha cumplido, no se cumple y no se quiere cumplir

Fulgencio Coll Bucher

El Ministro de Justicia afirmó que estamos en una «crisis constituyente», mensaje críptico de difícil encaje en una función de gobierno. Si el Ministro quería decir que la Constitución no se cumple, no va mal encaminado, pero tiene una ocasión idónea para hacerla cumplir como se comprometió al asumir el cargo. Pero el problema es más profundo, la Constitución de 1978 no se ha cumplido, no se cumple y no se quiere cumplir. Tampoco es seguro que se cumpliese otra, a no ser su versión en libro de bolsillo.

La Constitución contempla mecanismos de defensa, pero, o bien han sido vulnerados impunemente o se han desfigurado preceptos. Por ejemplo, la soberanía reside en el pueblo, «los partidos son instrumento fundamental para la participación política», luego en los partidos reside la soberanía. Falso.

«Los partidos tienen que respetar la Constitución y la Ley», pero como se admite la peor interpretación de la «libertad de expresión», se consiente entre otras cosas, injuriar a la bandera y al Jefe del Estado. Actos claramente reprobables, aunque una mayoría parlamentaria los permita, mayoría que incluye a los que no han empleado la fórmula de acatamiento constitucional o pertenecen a un partido cuyos dirigentes han cometido sedición.

El problema reside en que cuando los representantes de un partido llegan al poder, llegan sometidos por la partitocracia. El «aparato» engulle las estructuras de gobierno politizándolas; no se gobierna, se hace política. El interés general se identifica con el del partido. Este cliché se reproduce en las autonomías, configurando una «competición» entre el «hecho diferencial» y la estructura del partido gobernante.

Los partidos dejan hueca la Constitución. Se ha constatado en la pandemia. La gestión ha sido política en el sentido que, al no estar preparados para gobernar con criterios funcionales, se atienden a los aspectos propagandísticos, consensos, silencios, distracciones, descarga de culpas y un largo etc. La construcción de criterios y la distribución de responsabilidades contradictorias sobre el número de muertos por el Covid-19 se comparece con una frase atribuida a Stalin: «una muerte es una tragedia, un millón es estadística». La bandera del 8M impuso ideología sobre la vida de decenas de miles de ciudadanos. Este extremismo lo han repetido hace poco imponiendo la bandera del arco iris en todos los edificios públicos, para dejar claro que todo siguen igual.

La viabilidad de futuro para España no pasa por lo «constituyente», más bien por lo constitucional. Despoliticemos el Estado. Por ejemplo: evitemos relacionar a la Guardia Civil con movimientos sociales o ideologías, cuales quiera que sean, ya que su función no es la de tomar partido. Si además algunos de los puestos claves del gobierno están en manos de incompetentes, el fracaso está asegurado. Evitemos un innecesario Ministerio de Igualdad pues todos los españoles son iguales ante la ley, pero cada uno debe rendir según sus capacidades. Así se podría seguir con los ministerios, áreas funcionales de la Administración Central del Estado, que no deben proliferar pues se produciría un sistema de alta complejidad que no permitiría la gestión del Estado. Habría que reglamentar la independencia de los medios de comunicación públicos pues, normalmente, se convierten en medios de partido. Y así todo.

La falta de responsabilidad individual, donde cada uno la tiene según su función pública, nos hace necesariamente desiguales ante la ley. Por ejemplo, la mentira pública de un gobernante es algo reprobable, algo que el ciudadano corriente no tiene a su alcance. La ignorancia de las responsabilidades es un delito en si mismo, pues el que ignora no puede mandar. Caso puesto en evidencia por la pandemia y difuminado por el relato oficial y sus distribuidores.

Es lamentable que el encargado subsidiario de la Seguridad Nacional, declarase ante la Comisión Mixta que con “la información de que se disponía se hicieron maravillas”. Una serie de cuestiones vienen a la vista:

Ahora resulta que la pandemia era un caso de Seguridad Nacional.

Ahora resulta que en la Estrategia de Seguridad Nacional no se había previsto el Covid-19. Si estaba en términos genéricos, lo que no existía es el Sistema de Seguridad Nacional.

Ahora resulta que se va a regular por ley aspectos de Seguridad Nacional, desarróllese la LEY VIGENTE.

Más de uno en vez de gobernar, sostiene un nuevo Movimiento Nacional: lo irreal, la mentira, el partido y el sindicato. Democracia es sinónimo de responsabilidad individual, su evasión es preludio de una seductiva atracción de autoritarismo.

Fulgencio Coll Bucher

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