El fruto de las reformas del PP
España acaba de registrar otro buen año en materia laboral, pero por mucho que el Gobierno del PSOE se apunte el tanto, el resultado es fruto de la senda reformista que puso en marcha el anterior Ejecutivo del PP
España acaba de registrar otro buen año en materia laboral, pero por mucho que el Gobierno del PSOE se apunte el tanto, el resultado es fruto de la senda reformista que puso en marcha el anterior Ejecutivo del PP. El mercado laboral cerró 2018 con un total de 3,2 millones de parados, su nivel más bajo de los últimos 9 años, mientras que el número de ocupados volvió a superar los 19 millones, la mayor cifra desde 2007, recuperando parte del empleo destruido durante la crisis, según los datos que publicó ayer el Ministerio de Trabajo. El balance es positivo, ya que el paro bajó en más de 210.000 personas y la Seguridad Social sumó casi 564.000 nuevos afiliados, además, la contratación indefinida registró un récord histórico, con un aumento superior al 18% interanual. Sin embargo, estos datos no son excepcionales. El mercado de trabajo acumula 5 años de recuperación y, así, España cuenta hoy con 1,8 millones de parados menos y 2,8 millones de empleos más que en el peor momento de la crisis.
Esto no hubiera sido posible sin las reformas que pusieron en marcha los populares. La mayor flexibilidad laboral, el saneamiento del sistema bancario, la mejora de la competitividad y la reducción del déficit público son los pilares sobre los que se asientan tales logros. La única diferencia entre las cifras de 2018 y las de los años previos es la actitud del PSOE, que antes criticaba en la oposición los resultados que hoy aplaude desde el Gobierno. Sánchez no debería echar las campanas al vuelo, puesto que la inestabilidad política, la incertidumbre internacional y su errónea política económica amenazan con frenar el crecimiento del PIB y la generación de puestos de trabajo. El caso de Cataluña ejemplifica el riesgo que supone emprender una deriva equivocada. La inseguridad institucional y la tensión social que generó el proceso separatista se ha traducido en una menor creación de empleo, a diferencia de Madrid, donde el dinamismo laboral se mantiene intacto. Sánchez no debe tocar lo que funciona.