Editorial ABC
Frente al chavismo, sin equidistancia
No hay más opción que aplicar medidas inteligentes de coacción contra los responsables de esta catástrofe, de la que hay que salvar cuanto antes a los venezolanos
Es difícil imaginar hasta qué punto el sátrapa venezolano Nicolás Maduro es capaz de hacer el ridículo, incluso ante aquellos que mantenían cierta simpatía hacia lo que representa. Su burda maniobra para intentar impedir la reelección de Juan Guaidó como presidente de la Asamblea Nacional de Venezuela ha causado estupor y rechazo incluso en gobiernos como los de México, Uruguay o Argentina, que hasta ahora habían mantenido una actitud relativamente comprensiva hacia la dictadura. Esa práctica de matonismo para impedir por la fuerza la entrada de los diputados a la sede del poder legislativo es una evidencia del respeto que para Maduro merecen las instituciones democráticas, es decir, ninguno. Por supuesto que los diputados que han sido víctimas de esta tropelía están más que legitimados para sesionar allí donde les sea posible, de momento en las instalaciones del diario «El Nacional», para confirmar la reelección de Guaidó en su condición de presidente de la Asamblea Nacional y de presidente interino de la República, reconocido por el mundo libre.
Aquellos que todavía predican la equidistancia y la negociación deberían convencerse de que este es un camino que ciega el propio Maduro, y que no hay más opción que aplicar medidas inteligentes de coacción contra los responsables de esta catástrofe, de la que hay que salvar cuanto antes a los venezolanos. Cuando pueda ocuparse de algo serio, Pedro Sánchez ha de decidir si quiere ser cómplice de este impresentable dictador -como seguramente le piden sus socios de coalición- o si se va a poner del lado de los venezolanos en su injusto sufrimiento.