Tribuna abierta
Juan Pablo II y el independentismo catalán
«Cuando el cristianismo, sea en su tradición occidental u oriental, se transforma en instrumento de un nacionalismo, recibe una herida en su mismo corazón y se vuelve estéril», dijo el pontífice en su discurso al Cuerpo Diplomático español acreditado en la Santa Sede
Un condiscípulo me hizo un comentario, cuando los aires independentistas de Cataluña se hicieron notar más claramente en toda España. Concretamente, con motivo de la consulta del 9 de noviembre de 2014. «Mira, me dijo, he leído varios artículos sobre este tema del independentismo catalán; algunos de ellos están a su favor, incluso en revistas de inspiración cristiana como el semanario Vida Nueva , por ejemplo». Y me mostró el nº 2908 de esa publicación, que corresponde a la semana del 13 al 19 de septiembre del 2014 (págs. 14-15). El artículo se titula: La iglesia en Cataluña afronta el debate soberanista . Ahí podemos leer textualmente: «El debate soberanista se ha convertido en un tema tan transversal y trascendente que es difícil para la Iglesia quedar al margen». Y más llamativo es lo siguiente: «Hasta ahora, la máxima concreción política ha sido la del joven obispo de Solsona (exobispo actual) a favor de celebrar la consulta el próximo 9 de noviembre. [...] Xavier Novell explica que «la doctrina católica sobre el derecho a la autodeterminación de los pueblos y de las naciones es clara», idea que apoya con citas de Juan Pablo II.
Este artículo que acabamos de citar, y el titulado: Católicos catalanes reclaman la consulta ( Vida Nueva , nº 2902, 12-18 de julio de 2014, pág. 18) convidan a mirar con simpatía este plan. Y, francamente, si uno se atiene solo a los pasajes doctrinales del Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia (BAC, Madrid, 2009), fácilmente nos pueden llevar a confusión y a interpretar erróneamente el pensamiento de Juan Pablo II, el más citado en este tema. Por eso, a mí, personalmente, casi me convence; y pensé: quizá estoy equivocado con mis ideas tradicionales sobre la unidad de todos los pueblos de España. El Señor y la Iglesia (Cf. Mc 1, 15) nos enseñan a estar siempre en estado de conversión (metanoia); no hay que descartar que necesite yo, en este punto, un cambio de mentalidad.
Este choque de ideas me empujó a estudiar a fondo este asunto, y busqué el nº 157 del Compedio de la Docrina Social de la Iglesia , base de la argumentación. Y he podido ver que todo ese nº 157 (págs. 78-79) está tejido con textos del magisterio de Juan Pablo II; y que el argumento más fuerte sobre el derecho « a la propia lengua y cultura a través de las cuales un pueblo expresa y promueve su soberanía espiritual » es un texto tomado del Discurso a la Quincuagésima Asamblea General de las Naciones Unidas (5 de octubre de 1995, nº 8); texto que hay que leer en su contexto para entenderlo correctamente, pues fuera de este se presta a interpretarlo erróneamente. Y, en efecto, en ese mismo nº 8 de su Discurso a las Naciones Unidas , dice textualmente Juan Pablo II: «Este derecho fundamental (de cada nación) a la existencia no exige necesariamente una soberanía estatal, siendo posibles diversas formas de agregación jurídica en diferentes naciones, como sucede, por ejemplo, en los Estados Federales, en las Confederaciones, o en Estados caracterizados por amplias autonomías regionales». (Y esto último es lo que está vigente en España).
Es más, para que no quede ninguna duda sobre el pensamiento de Juan Pablo II en este tema, y para comprender correctamente con toda claridad su magisterio sobre esta problemática, disponemos de un documento singularmente orientador al respecto: el Mensaje a la Conferencia Episcopal Italiana , del 6 de enero de 1994. Debe leerse completo, pero no me resisto a copiar este largo párrafo (del nº 7): «Si la situación actual exige la renovación social y política, a nosotros, los pastores, nos corresponde recordar con energía los presupuestos necesarios que llevan a a la renovación de las mentes y los corazones, y, por tanto, a la renovación cultural, moral y religiosa (Cf. Veritatis splendor, 98). Precisamente, aquí se coloca nuestra misión pastoral: debemos invitar a todos a un examen de conciencia específico que no debe ser solo de carácter político sino también, y sobre todo, de carácter cultural y ético. Es necesario, por tanto, ayudar a todos a librar ese balance de los aspectos utilitaristas y coyunturales, así como de los peligros de separatismo que, al parecer, están surgiendo en el país. A decir verdad, en Italia, desde hace mucho tiempo, existe cierta tensión entre el norte, más bien rico, y el sur, más pobre. Pero, hoy en día, esta tensión resulta más aguda. Sin embargo, es preciso superar decididamente las tendencias corporativas y los peligros del separatismo con una actitud honrada de amor al bien de la propia nación y con comportamientos de solidaridad renovada.
Se trata de una solidaridad que debe vivirse no solo dentro del país, sino también con respecto a toda Europa y al tercer mundo. El amor a la propia nación y la solidaridad con la humanidad entera no contradicen el vínculo del hombre con la región y con la comunidad local en la que ha nacido y las obligaciones que tiene hacia ellas. La solidaridad, más bien, pasa a través de todas las comunidades en las que el hombre vive: en primer lugar, la familia; la comunidad local y regional; la nación; el continente y la humanidad entera. La solidaridad las anima, vinculándolas ente sí, según el principio de subsidiaridad que atribuye a cada una de ellas el grado correcto de autonomía». ( Hasta aquí, las palabras de Juan Pablo II que parecen escritas para nosotros ).
Programa en plena consonancia con el Concilio Vaticano II, que nos dice en la Lumen Gentium, nº 28 (ult.párrafo): «Como el mundo entero cada día tiende más a la unidad civil, económica y social, conviene tanto más que los sacerdotes, uniendo sus esfuerzos y cuidados bajo la guía de los obispos y del sumo pontífice, eviten toda causa de dispersión para que todo el género humano venga a la unidad de la familia de Dios».
Y no olvidemos que Italia consiguió la unidad nacional-estatal a finales del siglo XIX: todavía uno de los obispos del Vaticano II (1962-1965) fue testigo, de niño, de los tiempos anteriores a la unificación italiana: aún recordaba haber visto en la plaza de San Pedro a los ' Padres del Vaticano I' , (entre ellos, a nuestro S. Antonio Mª Claret). Es más, pensemos en las diferencias históricas, etc. tan evidentes entre, por ejemplo, la República de Venecia y el Reino de Nápoles... Sin embargo, Juan Pablo II considera y proclama a todo el espiscopado italiano que lo más humano y cristiano es promover la unidad. Si esto declaró a los obispos de toda Italia, ¿qué dirá a los de España? Y en su discurso Al Cuerpo Diplomático Acreditado ante la Santa Sede (15 de enero, 1994), entre otras cosas, ya afirmaba: «Por eso, cada vez que el cristianismo, sea en su tradición occidental u oriental, se transforma en instrumento de un nacionalismo recibe una herida en su mismo corazón y se vuelve estéril».
Sin embargo, muy distinto es lo que ha enseñado Jordi Pujol, seguido y concretado por Artur Mas y Carles Puigdemont (y, ahora, por Pere Aragonés). El caminant davant del congost , que publicó Jordi Pujol (Proa, Barcelona, 2012) en el año de la primera Diada independentista, puede calificarse de autobiográfico y merecedor del título dado por el periodista Ramón Gorriarán: 'Padre del nacionalismo moderno en Cataluña'. Un botón de muestra (pág. 284): «Hi ha aquella actitut molt general d'hostilitat que ja he esmentat. A tot Espanya i en tots els ambits». Y en las pág. 287-288: «Per tant, entre la residualització i la independencia, hauriem d'optar per la independencia». En armonía con la ideología de Pujol se celebraba en Barcelona (diciembre de 2013) un simposio patrocinado por Omnium Cultural: tema (de sonrojo): España contra Cataluña . En cambio, según las datos estadísticos de la Generalitat, entre 1950 y 1980, engrosaron la ciudadanía de Cataluña alrededor de dos millones y medio de personas provenientes de otras regiones de España; a cuyo número, si sumamos los de la década de 1940 a 1950, más los que se han avecindado desde 1980, resulta que, prácticamete, más de la mitad de la población de Cataluña es originaria de otras partes de España. Entonces, ¿es inteligente y cultural el tema ¿España contra Cataluña ? ¿O no demuestra, más bien, incultura, ingratitud, injusticia y falsedad? Es posible que algún político haya puesto peros al desarrollo de Cataluña, pero confundir a un político o a un grupo de ellos con España entera, indica una miopía intelectual acentuada.
Entonces, ¿ a quién damos crédito y nuestra confianza : al Concilio Vaticano II y a los pontífices que nos presentan su doctrina, o a Pujol-Mas-Puigdemont? Y otra pregunta: ¿Cómo es posible que tantos catalanes hayan simpatizado con la ideología separatista del pujolismo? Bien pensado, no es tan extraño; pues desde que Pujol se hizo cargo de la Generalitat, desde 1980 a 2003 (a pesar de la oposición de Tarradellas); y en los años sucesivos hasta ahora, es decir, durante unos 40 años, se ha ido sembrando desde la enseñanza primaria y en los medios de comunicación esta ideología independentista. Y las ideas recibidas en la niñez y adolescencia no son tan fáciles de corregir. ¿Es, quizá, lo que le pasó a Pujol en los años de Companys, así como haber sido alumno de la Escuela Alemana de Barcelona en tiempos del nacionalismo nazi? Y, para colmo, como testifica en su libro El caminant davant del congost , haber sido condenado a varios años de cárcel en tiempos de Franco, lo que le pudo dejar un trauma psicológico. Porque da la impresión de que, tanto él como su escuela, ven a España con lentes antifranquistas hasta el punto de que a demasiadas cosas y personas las tildan de franquistas, lo cual denota su clara obsesión.
La Historia, esa gran maestra de vida, nos enseña que los nacionalismos los enterraron en este continente los 'Padres de la Europa Moderna'. Alemania y Francia, protagonistas de las dos guerras mundiales de la primera mitad del siglo XX ,se dieron la mano y han sido adalides en la creación de la Unión Europea. De Konrad Adenauer es el libro El fin del nacionalismo (Ediciones Encuentro). Quizá convendría que lo leyeran los promotores del independentismo catalán. La unión es campo fértil de paz; la división, fuente de rivalidades y belicismo. Merece una lectura atenta el discurso del Papa Franciso A los Jefes de Estado y del Gobierno de la Unión Europea (24-III-2017). Así como Cataluña querida, artículo publicado en Vida Nueva por el Cardenal, arzobispo emérito Fernando Sebastián. También los artículos de José Lorenzo, Antonio Pelayo y Rubén Cruz, escritos igualmente en la revista Vida Nueva. Sigamos, pues, la ruta de paz trazada por la autoridad de la Iglesia, así como la de los 'Padres de la Unión Europea' y no volvamos a los antagonismos anacrónicos del siglo pasado.
Fray Franciso Femenía Bertomeu es Teólogo