La flauta del tío abuelo Manuel
Valls, candidato a la alcaldía de Barcelona
![Manuel Valls, ayer, en la presentación de su candidatura a la Alcaldía de Barcelona](https://s1.abcstatics.com/media/opinion/2018/09/26/manuel-valls-kzlB--1248x698@abc.jpg)
Manuel Valls tenía 12 años cuando a su tío abuelo, Manuel Valls i Gorina, un virtuoso del piano, la guitarra y la flauta, le encargaron la música del himno del Barça. El tío abuelo Manuel era compositor, profesor, crítico musical y miembro de Ómnium Cultural, cuya junta directiva por entonces (1974) solo se dedicaba a la cultura y no a pegar botes encima de los coches de la Guardia Civil arengando a las masas hacia la rebelión, como ocurrió en 2017. Así que todos los domingos que ha habido fútbol en el Camp Nou, desde el 74, el legado de los Valls ha estado de alguna manera presente en Barcelona, la ciudad en la que nació (barrio de Horta) el exprimer ministro francés que ahora ha decidido presentarse a las próximas elecciones municipales para, el año que viene, ser alcalde de la ciudad en que nació.
La operación, en la que colaborará Ciudadanos al retirar su candidatura de la capital catalana pese a haber ganado los últimos comicios autonómicos, es arriesgada. Valls salió abruptamente de la escena política de Francia al ser derrotado estrepitosamente en las primarias socialista por un candidato, Benoît Hamon, que luego en las Presidenciales no consiguió ni el 7 por ciento de los votos. Así que su último contacto con las urnas fue desastroso, amargor que ahora quiere quitarse en las municipales españolas liderando una plataforma independiente, pero de indudable tono anaranjado, que aspira a aglutinar todo el voto constitucionalista de la Ciudad Condal. La cuenta que ha echado es sacar al menos 12 concejales, uno más de los que tiene ahora Colau, aunque es difícil que le dé para gobernar. Visto con perspectiva, más que Valls se juega Rivera en el envite, que en las autonómicas ganó con solvencia en el municipio de Barcelona y ahora saca la sigla de la lucha electoral.
El mensaje que ayer lanzó Valls suena bien, es vivificante, centrado en presentarse como un antídoto a la costra que separatismo y populismo han formado sobre el progreso de Barcelona, devolver el empuje y el espíritu de metrópoli perdidos en el barullo de la pesada charanga de los podemitas y la banda del lazo, la pinza que hace trizas la ciudad y su futuro. Suena bien pero se antoja difícil un rearme del constitucionalismo entorno a su figura. Cosas más difíciles se han visto, sin duda, aunque para eso tiene que sonar hasta la flauta del tío abuelo Manuel.
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