José María Carrascal

Fiasco

Rajoy se mantuvo donde estaba. Que todos salieran en tromba contra él, le favoreció

José María Carrascal

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Si alguien se quedó hasta las tantas para saber a quién debía votar el 26-J, se fue a la cama con un cabreo monumental. El debate ni siquiera le aclaró la cuestión clave del debate: con quién iban a pactar. Tanto el formato, demasiadas pausas, como el contenido, plagado de latiguillos archiconocidos, lo hicieron tedioso y en algunos momentos pareció una tertulia, interrumpiéndose unos a otros o hablando todos a la vez. En resumen: puede calificarse de fiasco, palabra italiana que la RAE ha aceptado como «mal éxito», porque, eso sí, todos se proclamaron vencedores, como Dios manda. Pero no hubo un claro vencedor, lo que deja las cosas como estaban e incluso algunos analistas apuntan la posibilidad de unas terceras elecciones. A tanto no creo que lleguemos por la razón de que todos saben que unos españoles hartos de esperar se lo harían pagar muy caro. Aparte de que, si no hubo un claro vencedor, hubo abundantes vencidos. Se los enumero:

Si el objetivo de Pablo Iglesias era atraer a Pedro Sánchez para formar un «gobierno progresista», recibió unas calabazas mayúsculas, no importa las carantoñas que le hizo y los requiebros que le lanzó. En cierto sentido, se habían invertido los papeles de la anterior campaña electoral: el líder socialista se vengó de las humillaciones que entonces le infligió el de Podemos.

Si el objetivo de Pedro Sánchez era convertirse en el mismísimo centro entre Rajoy e Iglesias, se olvidó de algo tan fundamental como que, esta vez, las opciones son precisamente la izquierda o la derecha. Aparte de que este hombre, pese a su físico imponente, no acaba de dar en televisión. Aparece como de madera, repitiendo frases que le han puesto dentro.

Si el objetivo de Rivera era demostrar que no es la «muleta de Rajoy», lo demostró con creces, atacándole con saña, llegando incluso al insulto personal, al acusarle de cobrar dinero negro, más fuerte que lo de no ser honesto que le soltó Sánchez en su mano a mano. Pero, al hacerlo, Rivera olvidó que buena parte de sus votantes proceden del PP y, si a ello añadimos que a lo largo de todo el debate no hizo la menor crítica a Sánchez, en el aire quedó flotando la coalición que forjaron en la anterior campaña: votar a Rivera es votar a Sánchez. Y votar a Sánchez no es saber a quién se vota.

Por último, Rajoy se mantuvo donde estaba: ha evitado el rescate, España empieza a crecer, queda mucho por hacer, pero el camino a seguir es ese. Tropezó en el tema corrupción y no dio bien en la pantalla. Pero tampoco nadie lo esperaba. Que todos salieran en tromba contra él, le favoreció. O sea, el Rajoy de siempre, seguro, tranquilo. Y en el país de ciegos, el tuerto es el rey.

Sólo añadir que queda aún mucha campaña. Y muchos indecisos, que este debate no sacó de dudas. «Se les escapó vivo», dicen los analistas. ¿No será que los demás están muertos sin saberlo?

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