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La bioética en los tiempos del coronavirus

El presidente del Comité de Bioética de España escribe en ABC: «La actual crisis está suscitando, como era de esperar, uno de los dilemas de mayor calado: la priorización de la asistencia a unos pacientes frente a otros»

ABC

Federico de Montalvo Jääskeläinen

La Bioética es habitualmente definida como el área del conocimiento que se centra en el estudio sistemático de las dimensiones morales de las ciencias de la vida y la atención de la salud, empleando una variedad de metodologías éticas en un contexto interdisciplinario. La Bioética, además, suele moverse en el campo de los casos difíciles y de las decisiones trágicas, dado que su papel habitual es reflexionar y proponer tomas de decisión en relación con conflictos que versan sobre los valores más sustanciales (vida, integridad, intimidad, etc) y en los que, en muchas ocasiones, la solución exige sacrificar uno de ellos.

La actual crisis del coronavirus está suscitando, como era de esperar, uno de los dilemas bioéticos de mayor calado, como es el de la priorización de la asistencia a unos pacientes frente a otros. En todo caso, tal dilema no debe ser visto como algo exclusivo o propio de esta crisis. La priorización de recursos sanitarios es una característica intrínseca de nuestro modelo sanitario. Incluso, podría decirse que es una de las consecuencias que derivan de sus propias virtudes. Sin quitar un ápice al carácter trágico que una decisión de esta naturaleza tiene, la priorización de la asignación de recursos sanitarios es inherente a un sistema de salud, como el nuestro, que es universal (véase, el ejemplo, el triaje en Urgencias, las listas de espera o las decisiones de incluir o no en la cartera de servicios determinados medicamentos o prestaciones sanitarias). El todo, para todos, siempre y ya casi nunca es posible. Así pues, la priorización de recursos sanitarios es algo que no nos puede dejar tranquilos, pero tampoco podemos verlo como algo excepcional, sino sustancial a las propias virtudes del sistema. Eso sí, el contexto en el que produce esta priorización resulta más trágica por la premura y por las consecuencias de la propia decisión. La decisión debe adoptarse entre dos males, pero este es precisamente el contexto en el que la reflexión bioética cobra su plena virtualidad. La decisión entre un bien y un mal es sencilla. La que conlleva, necesariamente, una consecuencia mala en todo caso es de la que se ocupa la Bioética.

Además, como apuntábamos al principio, los conflictos éticos son algo también habitual en la asistencia sanitaria. Los desafíos éticos en la atención médica son comunes incluso en condiciones normales y no solo excepcionales como los que estamos actualmente viviendo, porque la atención médica responde al sufrimiento humano.

Por tanto, la situación actual no debe dejar de preocuparnos, pero es importante asumir que tanto la priorización como la toma de decisiones éticamente difíciles son algo harto común en el ámbito de la salud. Ello puede ayudarnos a todos y, sobre todo, a los principales protagonistas de la toma de decisiones, los profesionales sanitarios, a, sin caer en un absurdo conformismo, evitar también situaciones de excesivo estrés o, incluso, pánico.

Lo importante, pues, en estos difíciles tiempos para la Bioética es ser capaces de alcanzar consensos sobre la priorización, unificar criterios a nivel nacional, de manera que la decisión no dependa del lugar de residencia del paciente y, sobre todo, enfatizar la dignidad como valor ontológico de todos los seres humanos, rechazando que la toma de decisión se base exclusivamente en un concepto como el de utilidad social, que ni responde a sus pretendidos criterios de objetividad ni respeta los compromisos adoptados por España en relación a la protección de las personas más vulnerables, especialmente, los menores de edad, personas con discapacidad y nuestros mayores. La doctrina del utilitarismo, aun cuando se ha pretendido revestir de una aparente complejidad, es, como nos recordara recientemente Lydia Feito, una mera expresión intuitiva que permite una respuesta moral casi inmediata, sin reflexión profunda de los valores en conflicto y, en especial, de la dignidad.

Y concluimos. Se ha afirmado que en los casos de epidemia y pandemia no solo se pone a prueba por la urgencia, el mayor riesgo y lo masivo de la situación las propias capacidades técnicas y las presuntas virtudes de nuestro sistema de salud, sino que también se demuestra en estos momentos los valores o su falta en las personas y en la sociedad. Crisis como las que estamos viviendo exteriorizan nuestras deficiencias personales e institucionales habituales o endémicas. Como tal, una epidemia grave, como otras crisis, debe ser también vista como una oportunidad para reflexionar y avanzar hacia una sociedad más justa y ciudadanos más solidarios, y ello, se logra no dejando a un lado los valores humanos que tantos siglos nos ha costado conquistarlos.

* Federico de Montalvo Jääskeläinen es Presidente del Comité de Bioética de España

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