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Fascismo
Escudado en un Gobierno brillante, Pedro Sánchez se dispone a iniciar el diálogo con los secesionistas catalanes
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Lo ocurrido en la Universidad de Barcelona, ese bello edificio en el corazón de la ciudad donde se formaron generaciones de alumnos de Ciencias y Letras, es el mejor ejemplo de lo que ocurre en Cataluña. Sociedad Civil Catalana había previsto celebrar un homenaje a Cervantes cuando escuadras de los Comités de Defensa de la República irrumpieron violentamente, al grito de «¡fascistas!» para impedirlo, lo que al final consiguieron. Con lo que quedaron retratados. El fascismo es una doctrina que admite la fuerza como arma de la política. Nacido en Italia con la Marcha sobre Roma de Mussolini, alcanzó su cumbre bajo Hitler con la quema del Reichstag y los campos de concentración. Enemigo de la democracia y de la libertad –en eso está emparentado con el comunismo– se considera la fuerza de choque de la Nación, personificada en el Estado, al que deben rendirse los ciudadanos, la cultura, la economía, la moral y la verdad. Todo es lícito para él y todo está prohibido para el resto. En la Universidad de Barcelona iba a rendirse homenaje a Cervantes. Quienes lo impidieron por la fuerza buscan impedir que el español se hable en Cataluña, cuando es el idioma más estudiado en China tras el inglés. Tan obtusos son. Y, encima, llamaban fascistas a quienes quieren conservarlo. Así comienzan los totalitarismos: por la perversión del lenguaje. Llamar al otro lo que eres tú.
Escudado en un Gobierno brillante, Pedro Sánchez se dispone a iniciar el diálogo con los secesionistas catalanes con una concesión: no controlará sus cuentas. El diálogo solo es posible entre dos personas dispuestas a ceder algo para obtener algo. La experiencia nos enseña que los nacionalistas no dan nada, sólo reclaman y, además, lo que ningún presidente puede darles: el derecho a decidir, que pertenece al entero pueblo español. Torra acaba de repetirlo. No renuncian a ello y si no lo consiguen "dialogando" lo obtendrán por la fuerza, para lo que están los Comités de Defensa de la República. Quiero decir que el intento de Sánchez de solucionar la crisis catalana por el diálogo y llamando a España «nación de naciones» es tan inútil como los intentos de todos los gobiernos anteriores.
Ellos quieren Estado propio. Y cuanto más les dé, más le pedirán. Vista la fragmentación de la escena política española, que la condena al bloqueo, mi mayor esperanza se cifra en ese Gobierno bonito. Montado por Sánchez como pantalla para hacer lo que quiere y no debe, hay en él personalidades que no van a permitírselo. Especialmente, Margarita Robles, que ya limpió con mano firme la basura acumulada en el último Ministerio del Interior de Felipe González. Claro que Sánchez ha tenido la precaución de ponerla en Defensa, donde hay poco que limpiar. Pero, ante su insistencia, le ha dejado el CNI, arma poderosa. Además, en Interior está Grande-Marlaska, al que tampoco asustan los verdaderos fascistas. E imagino que Borrell se les unirá si el «jefe» empieza a tener veleidades. Siempre que ellos no sucumban también al brillo de los focos.