Editorial ABC

Un falso «gobierno progresista»

Un «gobierno progresista» es un eufemismo para ocultar que un comunista defensor del independentismo como Pablo Iglesias tiene la llave real de la gobernabilidad

ABC

La primera consecuencia de los comicios, con Ciudadanos y Albert Rivera fuera de juego, fue el rechazo mutuo que ayer se dispensaron el PSOE y el PP. El partido de Sánchez descartó una «gran coalición» junto a Pablo Casado, sugirió que como mucho admitiría una abstención «técnica» del PP para gobernar en solitario y expresó su preferencia por un «gobierno progresista» que necesariamente tendrá que ser en coalición y con Pablo Iglesias en La Moncloa. A su vez, el PP fue explícito al sostener que no apoyará a Sánchez ni por activa ni por pasiva, y dejó entrever que es un problema que tendrá que resolver el líder socialista por ser el causante del estropicio de las nuevas elecciones. Ambos enfriaron la alternativa de un eje constitucionalista estable, sustentado por los votos recibidos por el bipartidismo clásico. De hecho, el mensaje transmitido por el PSOE es que liderará en semanas un «gobierno progresista», sin necesidad de nuevas elecciones. Sin embargo, aunque la investidura de Sánchez no llegue a convertirse en un problema insalvable, sí promete serlo la gobernabilidad, porque un «Ejecutivo Frankenstein» -así lo bautizó el fallecido dirigente socialista Alfredo Pérez Rubalcaba- solo ofrecerá inestabilidad, conflictividad e incertidumbre. Un «gobierno progresista» encabezado por Sánchez con ministros de Podemos, y que pueda necesitar a partidos separatistas y nacionalistas para aprobar leyes, no es ninguna garantía para España, y menos aún a las puertas de una crisis económica que la izquierda pretende afrontar con un sablazo fiscal desde el primer día de su gestión. Fiel a su costumbre de decir una cosa y su contraria, Sánchez sostenía que el PSOE tiene una visión tan diferente de la de Podemos para resolver la grave crisis de Cataluña que ambos eran «radicalmente incompatibles».

Ahora podrá demostrarse que todo en Sánchez es palabrería hueca. Incluso su gestualidad de falso triunfador de la noche electoral lo delata como un irresponsable cuyo afán es gobernar a toda costa. Por interés de España, Sánchez ni siquiera ha hecho amago de dar un paso atrás y permitir que sea otro dirigente socialista quien asuma la responsabilidad de gobernar sin ser vetado por el PP. Hacerlo de la mano de Podemos y de una macedonia de partidos regionalistas, localistas -incluso de un Ciudadanos a la deriva- o de formaciones que odian a España carece de sentido si de lo que se trata es de mantener viva la esencia del constitucionalismo. Pero Sánchez siempre demostró que ese no es precisamente su objetivo, sino lograr el poder, incluso a costa de los principios clásicos del PSOE o de someterse a chantajes inasumibles. Un «gobierno progresista» es un eufemismo para ocultar que un comunista defensor del independentismo como Pablo Iglesias tiene la llave real de la gobernabilidad.

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