Editorial ABC

De falsa víctima a preimputado

Emergen pruebas de que Iglesias no era una víctima más del caso Villarejo, sino un oportunista que utilizaba a sus colaboradores como peones

ABC

La decisión de la Audiencia Nacional de elevar una exposición razonada ante el Tribunal Supremo al apreciar indicios de delito en la conducta de Pablo Iglesias, ha vuelto a retratar la doble vara ética de medir que utiliza Podemos para criminalizar a los demás mientras sus dirigentes se exculpan a sí mismos. Pero sobre todo ha permitido conocer a los españoles por qué el vicepresidente del Gobierno desactivó el código ético de su partido, adaptándolo a posibles imputaciones para blindarse a la soviética de cualquier disidencia interna o dimisión forzosa. Podemos nació para regenerar la política, o eso decía mientras maquillaba su comunismo más caduco, pero se ha convertido justo en lo que Iglesias denuncia de otros. En próximos días el Supremo deberá dilucidar si los indicios penales merecen o no una acusación formal por denuncia falsa, destrucción de pruebas informáticas y revelación de secretos de la que fue su asesora Dina Bousselham, por cierto, con el agravante de género ya que se trata de una mujer chantajeada en el paraíso del feminismo que finge ser Podemos. En cualquier caso, emergen pruebas de que Iglesias no era una víctima más del caso Villarejo, sino un oportunista que utilizaba a sus colaboradores como peones para «actuar de una forma deliberadamente falsaria», engañarles para obtener réditos electorales, e inventar un caso contra él donde en realidad solo era otro presunto delincuente. Iglesias se levantó como víctima y se acostó con una pre-imputación.

El cinismo de la izquierda al reaccionar a una noticia que compromete tanto al Gobierno fue notable. El ala socialista de La Moncloa se contentó con una manida fórmula de mostrar su respaldo, mientras el PSOE mantuvo silencio aun siendo consciente de la gravedad, y Podemos hizo lo de siempre: atacar a los jueces, dibujar a Iglesias como un mártir y erigirse en el partido de las libertades frente a la putrefacción de la democracia. Eso sí, sin que Iglesias haya dado aún una sola explicación convincente de por qué tardó cinco meses en devolver a Bousselham su tarjeta telefónica con contenido íntimo, y por qué ordenó usar a la Audiencia Nacional como arma electoral.

No es que Iglesias sea camaleónico, es que todo en Podemos es mentira. El líder de la ejemplaridad pública y la moral intachable, aquel partido que marcaba el listón ético de quién debía dimitir y quién no, siempre condenó preventivamente a dirigentes de la derecha aunque ni siquiera estuviesen imputados. Se les acosaba, se masacraba su prestigio, se les marcaba socialmente, y se les forzaba a dimitir. En cambio, cualquier cargo de la izquierda que resulte imputado o condenado -hay tantos o más que en el PP- no es porque delinca, sino porque nuestra democracia está viciada. El listón de la ejemplaridad lo pusieron ellos. Ahora, lo coherente sería asumirlo sin reírse de los españoles.

Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación