Editorial ABC

Expulsados por el nacionalismo

Además del exilio empresarial, en Cataluña existe otro aún más grave: el de las personas, materializado con una salida constante de ciudadanos catalanes con sus familias

ABC

Desde que en 2017 el separatismo catalán sometiera a Cataluña al proceso separatista, casi 6.000 empresas han abandonado esta comunidad para instalarse en otras partes de España. El ambiente asfixiante que impuso el nacionalismo, unido a los riesgos para la economía catalana, explican esta fuga, que se ha hecho irreversible porque el proceso independentista sigue en marcha y en peores condiciones, ya que sus responsables van a decidir si Sánchez preside el Gobierno. Pero además hay otro exilio, más grave aún, el de las personas, que se está materializando con una salida constante de ciudadanos catalanes con sus familias. También se está produciendo un exilio interior, el de ciudadanos no nacionalistas, sin opciones de abandonar Cataluña, pero condenados al silencio porque se sienten abandonados por el Gobierno central. Cuando el PSOE ofrece «diálogo» a Cataluña, ofrece diálogo sólo a los nacionalistas. Cuando el PSOE se plantea una reforma constitucional para encajar Cataluña, piensa en contentar a los nacionalistas. Y si el PSOE forma Gobierno con Unidas Podemos y el apoyo de Esquerra, será el preludio de un gobierno autonómico catalán de los republicanos independentistas con el PSC de Iceta. Ningún motivo tienen los catalanes no independentistas de creer que su situación va a mejorar con Sánchez en La Moncloa.

Por esta razón, hay ciudadanos que se van de Cataluña, como los que hoy dan la cara en ABC para explicar las razones de su marcha. No se refieren a un país balcánico, ni a la sociedad de un país tribal, sino a la Cataluña del siglo XXI, que sigue en esto los pasos del País Vasco. El talento y el conocimiento, la ciencia y la investigación, se van de Cataluña o la evitan, infligiendo un grave daño a su desarrollo futuro. El proceso separatista en Cataluña ha roto familias, amistades y ambientes de trabajo. Ha convertido la escuela en un campo de reeducación independentista; y el idioma catalán, en el vehículo del adoctrinamiento. Ha condenado a la invisibilidad a los que se tienen que quedar, convertidos en parias en su tierra, señalados y acosados. Lo más grave es que este régimen de intimidación, en vez de recibir la respuesta merecida con la Constitución, el Código Penal y la ley de Partidos, tiene premio. El obsequio pasa por convertir a la mafia nacionalista en la directora de orquesta del nuevo gobierno que quiere presidir Sánchez. Esquerra ya tiene mesa de partidos y «conflicto político». Llegarán más cesiones, incluso al mundo proetarra, que para eso está Zapatero terminando su trabajo de adecentar a Otegui como futuro socio de referencia del PSOE. Que los exiliados por la presión del nacionalismo -los que se han ido y los que se han quedado en Cataluña- pierdan toda esperanza en esta próxima legislatura, porque son el precio que el PSOE está dispuesto a pagar.

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