La España que brilla, la España que aúlla
Sigue el nacionalismo su tarea de embadurnar de odio todo lo que le huela a español, incluso cuando se trate de uno excepcional

Carlos Rodríguez es un muchacho de Torrevieja que ha sacado la mejor nota de toda España en la Selectividad. Catorce puntos sobre catorce. Un ejercicio perfecto en lo que ahora se llama EBAU, siglas que responden a la Evaluación del Bachillerato para el Acceso a ... la Universidad y a la que este año se presentaron cerca de 300.000 jóvenes. Como España es como es, a la carrera se pusieron a «trabajar» los odiadores de las redes sociales, que le intentaron montar a Carlos un patíbulo en internet. Le criticaban severamente, ¡al mejor de 300.000 estudiantes!, que no hubiese dicho «una sola palabra en valenciano» en las declaraciones que hizo a la televisión regional reabierta por Puig y Oltra, una cadena que se llama À Punt y donde en alguna ocasión el presentador se ha negado a utilizar el castellano cuando un entrevistado así lo solicitaba. Esto es lo que hay, el sectarismo de TV3 crea escuela audiovisual en los «països».
Sigamos. Y vayamos de la esfera privada a la pública, viaje que nos ayuda a entender cómo se ha llegado a este anómalo contagio en una parte de la sociedad a la que le parece un contradiós que un español hable en castellano en una parte de España, como lo es la villa marinera de Torrevieja. Sigamos porque no hace quince días era la portavoz de la Generalitat, Meritxell Budó, la que se negaba a responder a las preguntas que se le realizaban en castellano durante una rueda de Prensa en la que se daba cuenta de las novedades del «procés», pues el Ejecutivo de Torra no hace otra cosa que marear la perdiz con las cosas de la banda del lazo, que anda ya loco el pájaro de tanta vuelta de la burra al trigo, mientras se desatiende el día a día de los catalanes, su sanidad, su educación, su empleo... de eso Budó ni palabra.
Y en la esfera semi-pública también esta semana hallamos a la presidenta de la autodenominada Asamblea Nacional Catalana, Elisenda Paluzie Hernández, murmurando en una rueda de prensa en la que anunciaba que van a señalar a las empresas catalanas que no apoyen la secesión. No le gustó una pregunta y protestó: «Qué desagradable aquella periodista... La morena, la española esa. Qué pesada. No te voy a dar el titular que quieres, borde».
«¿La española esa?», como si Paluzie Hernández, nacida hace 49 años en Barcelona, no lo fuera. El racismo autoconfesado de Torra y Borràs (ambos lo han dejado por escrito) se extiende por otros tentáculos del nacionalismo catalán, que ya señala con el dedo a los periodistas «españoles» y a las empresas no afines a esa republiquita presuntamente en ciernes. A este batallón le resulta difícil entender cómo hemos llegado a este punto de odio de tripa revuelta que España y lo español despierta en algunos españoles, que mal que les pese es lo que son.
Carlos, 14 de 14 en Selectividad, quiere realizar estudios superiores de arte dramático pues su máxima ilusión es estrenar un musical en la Gran Vía. Brillará seguro en lo que haga, porque es uno de esos destellos que nos reconcilian con la sociedad. Paluzie Hernández, entre tanto, se pasará la vida señalando «españolazos» con ese triste aullido acusador que pone fuera de manada al que piensa distinto... como hacían aquellos otros hace ochenta años.
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