El ángulo oscuro
Enfriamiento y desaceleración
Ahora andamos en plena consagración del mediocre astuto, que se consumará a fuerza de repetir elecciones

A las cifras lastimosas de paro y afiliación a la Seguridad Social el telediario las calificaba eufemísticamente de «enfriamiento en la creación de empleo». Y el doctor Sánchez, en una entrevista reciente, se negaba a reconocer que nos hallamos en los albores de una nueva ... crisis (o en la recidiva de la antigua) y afirmaba que se trata de una «desaceleración propia de la maduración del ciclo económico»; para enseguida presumir grotescamente de los «fundamentos sólidos» de nuestra economía (que consisten, como todo el mundo sabe, en la aniquilación de los sectores primario y secundario y en la hipertrofia del terciario). En definitiva, el doctor Sánchez y sus turiferarios mediáticos han decidido acogerse al método propugnado por el doctor Emile Coué, pionero de la psicoterapia, que Julio Camba explicaba de forma desternillante:
Todas las mañanas al despertar, en vez de tomarse el pulso o de mirarse la lengua en un espejo haciendo entre dientes comentarios pesimistas sobre su estado de salud, el enfermo debe prorrumpir en grandes manifestaciones de optimismo. Nada de decir: «No puedo tenerme en pie», «Estoy hecho una carraca», «En casa vieja todo son goteras» u otras cosas de igual jaez; sino, por el contrario: «¡Qué cara más buena tengo!», «Da gusto verme», «Parece que estoy vendiendo salud», etcétera. Y a la larga, mediante un proceso de autosugestión, el fingido optimista se convierte en un optimista real que, actuando sobre la moral del enfermo, lo libra al infeliz de todos sus achaques.
Este método Coué ya lo aplicó con gran éxito Zapatero en aquella campaña electoral en la que sólo Manuel Pizarro osó llevarle la contraria, a costa de ser señalado como agorero. Por temor a ser señalados callan ahora todos los cagapoquitos que disputan al doctor Sánchez la poltrona de La Moncloa; y tal vez también porque dan por perdidas las elecciones y prefieren que sea el doctor Sánchez quien soporte el chaparrón de la crisis, y así heredar en unos pocos años su poltrona sin demasiado esfuerzo. Pero estos cagapoquitos se equivocan; pues, como nos enseña Leonardo Castellani, «la decadencia de la sociedad pasa por tres grados: 1) La Jauja de los mediocres; 2) La consagración del mediocre astuto; y 3) La tiranía del mediocre engreído». Ahora andamos en plena consagración del mediocre astuto, que se consumará a fuerza de repetir elecciones; y una vez consagrado podrá instaurar más fácilmente su tiranía, pues como bien se sabe el poder desgasta sobre todo a quienes no lo tienen.
En la Jauja de los mediocres, el trabajo -cada vez peor remunerado y más precario- acaba convirtiéndose en una actividad odiosa. Y, ante esta imparable depauperación del trabajo, las masas alienadas reclamarán dos cosas: por un parte, un suministro ininterrumpido de entretenimientos embrutecedores; y, por otra, unos ingresos mínimos que les permitan sobrellevar una vida sin horizonte laboral. Los tiranos del futuro fundarán su tiranía sobre el reparto de derechos de bragueta y de una «renta básica universal» que se distribuirá entre el ejército creciente de los desempleados. Los tiranos del futuro primero fabricarán pobres a porrillo, echando las culpas al «enfriamiento en la creación de empleo»; y una vez fabricados, los mantendrán en un estado de pobreza controlada o sostenible, mediante este subsidio o limosnilla, que se recaudará a costa de saquear los sueldos y birlar los ahorros de quienes antes no eran pobres (pero que, tras el despojo, quedarán reducidos a igual estado). Así la Jauja de los mediocres no dejará de crecer, mientras se suceden las «desaceleraciones propias de la maduración del ciclo económico».
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete