La elegancia de la gratitud
Fue un señor inteligente y agradable, que al final no supo corresponder

Como a cualquiera, me habría encantado haber tenido la ocasión de charlar informalmente con Eduardo Punset, que se fue ayer a los 82 años. Qué deleite una terraza mediterránea agradable, una tarde sin reloj, un vino blanco catalán frío y la charla humanista, polifacética y ... curiosa de Punset, con sus opiniones originales sobre las más abstrusas materias. El abogado, político, economista y divulgador televisivo -que no científico, como erróneamente lo han despedido algunos-, era una de esas personas que emanan tranquilidad y a los que parece rodear una aureola de sabio despistado, un poco a lo maestro Yoda de Star Wars. Hijo de un médico rural, estudió Derecho y Económicas, trabajó unos años en Haití para el FMI y luego se dedicó a la política, oficio del que obtuvo su nómina entre los 43 y los 58 años: diputado autonómico, consejero con Tarradellas, ministro con Suárez y eurodiputado, bailando de unas siglas a otras sin menor reparo.
En marzo de 1996, a los 59 años, Punset inicia una segunda vida profesional. La 2 de TVE, la cadena pública que sostenemos todos los españoles con nuestros impuestos, le encarga un programa de divulgación científica, «Redes», que poco a poco va ampliando su ámbito de intereses. Nunca despuntó en audiencia, de hecho tenía la mitad de la media de la cadena, pero acabó siendo eso que se da en llamar «un espacio de culto». Punset adelantó debates hoy cotidianos -como la inteligencia artificial y la disrupción tecnológica- y conversó con auténticas figuras mundiales. Aunque tenía también sus detractores, que señalaban que se daba pote con una jerga seudocientífica ininteligible y que muchas veces aquello parecía un programa de autoayuda new age pasada de rosca. De lo que no hay duda es de que «Redes» resultó un estupendo negocio para Punset, que lo rodaba con su propia productora. Aparecer cada semana durante 18 años en Televisión Española lo hizo popular. Todo el país le cogió afecto, hasta el punto de que acabó lucrándose anunciándonos pan Bimbo y yogures.
¿Tenía algún motivo Punset para sentir antipatía hacia España? No parece. Su país lo hizo ministro y eurodiputado. La televisión que pagamos los españoles le llenó el bolsillo -a él y alguna hija- durante 18 años, y gozaba del cariño del público. Por eso resultó decepcionante su deriva proindependentista en los últimos tiempos, defendiendo como «presos políticos» a los golpistas que maniobraron contra nuestro país, criticando con dureza a Felipe VI por su crucial discurso de 2017 («apagué la televisión»), comparando a Rajoy con Franco, hablando de «la degradación de España», abogando por un referéndum-trampa que no tiene más objeto que mutilar nuestro país. A Punset le faltó la elegancia de la gratitud. No quiso entender que las «Redes» más importantes son las que te unen a tus vecinos más próximos. Una lástima.
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