EE.UU. profundiza su fractura

El sistema político de Estados Unidos cuenta con mecanismos que han demostrado ser de gran eficacia para matizar el mandato representativo. Las elecciones intermedias han servido históricamente para corregir o moderar la marcha de la legislatura, sin provocar situaciones de inestabilidad institucional, algo que ha vuelto a repetirse: las urnas han atemperado parcialmente el poder del presidente Donald Trump con la victoria de los demócratas en la Cámara de Representantes, aunque los votantes mantienen su apoyo a los republicanos en el Senado. Nunca en la historia reciente, sin embargo, se había conocido un grado tal de división en la sociedad norteamericana, un resultado, aparentemente moderador, que confirma la existencia de una fractura radical entre los medios urbanos de las grandes ciudades de la costa, por un lado, y el núcleo de los seguidores de Trump, en los Estados del interior. El resultado obligará al presidente a tener que pactar la mayor parte de sus decisiones, lo que puede que no resulte tan sencillo ni inocuo a medio plazo, teniendo en cuenta que ha logrado apoderarse, por la vía de los hechos, de un Partido Republicano que inicialmente no se había dejado seducir por el «trumpismo» y que ahora le permite, incluso, pensar en un segundo mandato.

Por lo demás, los resultados en el lado de los demócratas confirman que, en materia de símbolos, la política norteamericana es cada vez más parecida a la europea, con más mujeres y mayor presencia de las minorías en las filas de los congresistas. Falta por ver si los mecanismos que los norteamericanos utilizarán para asumir de forma realista su propio multiculturalismo son más eficientes que los nuestros. En esto no parece que el carácter volcánico de Trump vaya a ayudar mucho.