Educación para vertebrar, no para separar

No le falta razón al líder popular cuando pregunta a la opinión pública «qué pintan las autonomías decidiendo si solo se estudia el río de su pueblo o qué idioma se tiene que hablar en el recreo». Casado se refiere a la desarticulación política que el nacionalismo ha programado de forma sistemática en las aulas a través de unos planes de estudio en los que las señas de identidad comunes han sido marginadas, cuando no eliminadas, para dar paso al adoctrinamiento identitario. Este modelo educativo, cuya fractura regional pretende aumentar el Ejecutivo socialista, está en la raíz de la progresiva desintegración de una idea de España -esencial para su continuidad histórica- que molesta a la izquierda y el nacionalismo. Pablo Casado mete el dedo en una de las llagas por las que se desangra nuestro país, una herida cronificada como consecuencia de los pactos electorales suscritos por gobiernos de uno u otro signo. Nadie es inocente, ni siquiera el PP. Obligado a competir con otras fuerzas conservadoras, el Partido Popular desempolva ahora una propuesta que no puede quedar en el repertorio de eslóganes de una campaña disputada a cara de perro, sino dar pie a un necesario debate de Estado, uno de los más urgentes, por constructivos, para la propia permanencia de España.