Editorial: escenario complicado para España

Al PP no le han bastado sus méritos en economía para ganar la confianza de los españoles con una victoria holgada

EFE

El futuro político de España es, desde ayer, un problema de difícil solución. Se han confirmado las tendencias de las encuestas, aunque con matices importantes. El primero de ellos es que el Partido Popular, en efecto, ha ganado los comicios, pero con unos retrocesos de tal envergadura que el apoyo de Ciudadanos, por debajo también de las estimaciones de los sondeos, no es suficiente para formar una mayoría absoluta que garantice una presidencia de gobierno en la primera votación. Ambos sumarían 163 escaños. Por la izquierda, un frente formado por el PSOE, Podemos e IU tampoco lograría los 176 escaños o más del Congreso, quedándose en 161 diputados. La conclusión inmediata es que las formaciones más separatistas y nacionalistas tendrán la decisión final con sus votos o abstenciones, algo indeseable no solo por el daño que ha causado el separatismo catalán a la estabilidad del país, sino porque tampoco han sacado unos resultados dignos de semejante influencia.

El PP, con 123 escaños y el 28,7 por ciento de los votos, fue el vencedor de las elecciones. Los dirigentes del PP harán bien en huir de la autocomplacencia, porque esas cifras significan una pérdida de 63 escaños y de cuatro millones de votos respecto a 2011. El coste de gobernar un país en crisis explica parte del revés sufrido, pero no todo. El PP y el Gobierno de Mariano Rajoy optaron por concentrarse en la política económica, renunciando a una acción ideológica y programática coherente con sus principios y valores, con la idea de que así evitarían la movilización de la izquierda. Al final, lo que se ha desmovilizado ha sido gran parte de los votantes del PP. Ahora, al PP le corresponde emprender una reflexión crítica y profunda sobre las razones de este resultado y, principalmente, sobre cómo y con quiénes va a recuperar el proyecto de centro-derecha que tanto beneficio ha dado a España en sus etapas de gobierno. No es momento de personalizar la situación del PP, sino de buscar soluciones para que España vuelva a tener una sólida opción liberal conservadora, que, en este momento, se encuentra colapsada.

La fuerte pérdida del PP se corresponde, aunque no linealmente, con la irrupción de Ciudadanos , cuyo líder, Albert Rivera, aspiraba realmente a ser decisivo para que el PP formara de nuevo gobierno. Ahora, Rivera deberá manejar con cuidado sus 40 asientos en el Congreso, porque su electorado es lo suficientemente crítico con el PP para aprobar que ponga condiciones a Rajoy, pero no para que propicie un Ejecutivo de izquierda extrema. La opción de gobernar con el PSOE tendría en contra a una amplia mayoría, lo que la haría imposible. Por el momento, el proceso de sustitución del PP por C’s se ha enfriado, pero no se ha cancelado.

El PSOE desciende a niveles dramáticos, siendo el partido que lideraba la oposición y que teóricamente estaba llamado a recoger el descontento con la política del PP. Con 90 escaños, Pedro Sánchez deja a su partido en el peor registro de su historia, inferior incluso al que obtuvo Pérez Rubalcaba –110 diputados– en 2011. En política, la responsabilidad puede llegar a ser muy simple e implacable. Sánchez no es el líder que necesitaba el PSOE. No le servirá frente a sus críticos el hecho de no haber cedido el liderazgo de la izquierda a Podemos, que ha logrado un buen resultado, pero no el que necesitaba. Puede decirse que ha fracasado en su objetivo estratégico de desplazar al PSOE como "casa común de la izquierda". Sin embargo, el cambio de ejes en la izquierda es evidente, fruto de los movimientos producidos en su base social, aunque Podemos, con sus 69 escaños –sumando los que han obtenido las formaciones asociadas al partido de Pablo Iglesias–, no debería despreciar la capacidad del PSOE para reaccionar a sus crisis internas.

Unas elecciones deberían facilitar la gobernación del país, y las de ayer no lo han hecho. Se ha formado un Parlamento más radical, menos homogéneo en cuestiones de Estado y nada idóneo para afrontar cualquier tipo de debate sobre la reforma de la Constitución o el desafío separatista. Hoy España sufre unas incertidumbres que no merece tras cuatro años de estabilidad y seguridad políticas, gracias a las cuales la economía y el empleo se están recuperando. Al PP no le han bastado sus méritos en economía para ganar la confianza de los españoles con una victoria holgada, aun cuando fuera necesario pactar con Ciudadanos. Y al PSOE le ha castigado su pérdida de personalidad, iniciada con Zapatero y rematada por Sánchez. A pesar de todo, el candidato de la lista más votada debe tener la opción de formar Gobierno sometiéndose al veredicto del Congreso, pero la expectativa de unas nuevas elecciones generales no debe ser excluida, lo que nos haría oscilar entre un frente de izquierda extrema a la portuguesa o una crisis política a largo plazo como en Grecia.

Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación