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La solución no es mandar a los inmigrantes a Ruanda

Editorial ABC

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El plan de Boris Johnson para terminar con la presión de la inmigración ilegal que sufre el Reino Unido desde el canal de La Mancha es tan expeditivo como equivocado. Mandar a Ruanda a todo aquel varón solicitante de asilo, sea cual sea su nacionalidad, es una medida desproporcionada que, seguramente, vulnera varios derechos fundamentales y buena parte de las normas que rigen el Derecho Internacional. A cambio, el Gobierno de Ruanda, en manos del dictador Paul Kagame, recibe 120 millones de libras. Ese no es el camino. Esas deportaciones masivas no desanimarán a las mafias, presunta excusa alegada por Johnson para este disparatado plan, que no harán otra cosa que variar el rumbo de sus rutas de tráfico de seres humanos, probablemente a España. Que el anuncio coincida con las multas anunciadas por la Policía al primer ministro por el ‘partygate’ hablan de la ‘oportunidad’ en la que aparece el plan, que en los países donde se ha aplicado, como Australia, se saldó con un fracaso estrepitoso. Que Johnson ‘venda’ su plan como una «acción humanitaria y solidaria» para evitar «que el Canal se convierta en un cementerio acuático» es un hiriente sarcasmo, pues lo único que esconde es una solución expeditiva impropia de países con los estándares de libertad consolidados en occidente. Sin duda, la inmigración es un problema importante, pero la solución no es pagar por que te monten a 6.000 kilómetros de Londres un ‘reservorio de parias sin papeles’.

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