Editorial

La soledad de Sánchez

Todos los socios parlamentarios del Gobierno amenazan ya con dar la espalda al PSOE y bloquear la legislatura por su «traición» con el Sahara y la pasividad ante la crisis económica

Editorial ABC

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El eco de la creciente indignación social contra el Gobierno por su incapacidad para frenar una inflación galopante, y la parálisis de Pedro Sánchez para contener el descontento de sectores estratégicos como el transporte o la ganadería se extendieron ayer hasta el Congreso. Allí todos sus socios de gobernabilidad, todos, se mostraron pesimistas con la ‘deriva de la legislatura’ y amenazaron con dejar en permanente minoría al Gobierno hasta forzar la celebración de elecciones. Es el momento más crítico de una legislatura que comenzó de la mano de una gestión cesarista y abusiva de la pandemia, y que ahora se estanca para un PSOE inerme ante la avalancha de críticas. La ‘traición’ -así lo denominaron ayer varios partidos de la izquierda- cometida contra el Sahara variando la posición española para someterse a Marruecos después de 47 años; la crisis energética que ha desbocado los precios de la luz, el gas, y la electricidad; el encarecimiento de las materias primas derivado de la invasión de Ucrania; o el paro de los transportistas, la pesca, numerosas multinacionales, y las protestas masivas de ganaderos, agricultores o cazadores, han llevado al Gobierno a una situación de desbordamiento.

Un domingo Sánchez se compromete ante los presidentes autonómicos a bajar impuestos para abaratar los carburantes de consumo. Después se desmiente a sí mismo y se limita a hablar de bonificaciones y ayudas a los sectores afectados, pero no a la inmensa mayoría de ciudadanos. Hace seis días, la vicepresidenta Ribera se comprometió a proponer en Bruselas un tope del precio de la luz de 180 euros por megavatio y hora, y anteayer se desdijo, negando además sus propias palabras grabadas y culpando a los periodistas de malinterpretarla. No hay rebaja de impuestos, como sí ocurre para todos los contribuyentes en el resto de Europa. No hay concreción sobre las ayudas a los sectores afectados salvo el anuncio genérico de dar 500 millones de euros a los transportistas para abaratar su combustible, y eso sin contar con que reclama 250 de ellos a las petroleras. Y la propuesta de Sánchez para que la UE desligue el precio del gas para aliviar el de la electricidad difícilmente saldrá adelante, y el Gobierno español lo sabe de antemano. Todo se improvisa sin que unos ministros sepan qué hacen otros, y tanta descoordinación y contradicción del Ejecutivo han terminado por alarmar a sus socios.

Ejemplo de ello es la pésima gestión que ha hecho Sánchez de su giro estratégico sobre el Sahara. Primero, se vio descolocado por la filtración que hizo Marruecos de la carta secreta enviada por Sánchez a Mohamed VI; después negó que fuese a irritar a Argelia, de quien dependemos para el suministro de gas; más tarde el ministro Albares mintió sobre si informó a Argelia, y al día siguiente este país llamó a consultas a su embajador; después, la secretaría de Estado de Comunicación negó a la prensa la carta completa de Sánchez, quien no negoció un asunto de Estado de esa trascendencia con nadie, ni la comunicó siquiera al Congreso; más tarde, Sánchez se niega a comparecer expresamente ante la Cámara Baja por este asunto, y decide enviar a Albares, como si la crisis no requiriese explicaciones del propio presidente; y finalmente consuma su desprecio al Parlamento y a la opinión pública disolviendo la cuestión del Sahara en su comparecencia del día 30 para dar cuenta del Consejo Europeo. Es la legislatura de la opacidad y la mentira. Y en efecto, cuanto antes concluya, antes podrán reponerse los españoles de una coalición tan tóxica para el interés colectivo.

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