Editorial
Sánchez margina a España de la alianza contra Rusia
El envío de armas y efectivos militares a Ucrania con el que ha reaccionado la mayor parte de nuestros socios comunitarios contrasta con la actitud buenista y falsamente ‘humanitaria’ del Gobierno de Pedro Sánchez
Si la respuesta unitaria que al margen de Estados Unidos ha dado la UE en defensa de las libertades en Ucrania ha representado -por encima de victorias bélicas o fracasos diplomáticos- un hito en el lento proceso de construcción europea, marcado por los altibajos, los vetos cruzados y los consensos de mínimos, la posición de España no ha hecho sino debilitar su papel en el escenario europeo e internacional. El envío de armas y efectivos militares a Ucrania con el que ha reaccionado la mayor parte de nuestros socios comunitarios contrasta con la actitud buenista y falsamente ‘humanitaria’ con que el Gobierno de Pedro Sánchez ha saldado su compromiso con los ucranianos, como si se tratara de una misión de paz o de rescate. El histórico giro militar de Alemania, o la implicación de países ajenos a la OTAN como Finlandia o Suecia, han dejado aún más en evidencia a Pedro Sánchez, que niega el envío de armamento a los ucranianos, a los que prefiere socorrer con material ‘defensivo’ -tolerado por el alto mando de Unidas Podemos, enemigo declarado de la Alianza Atlántica- o a través de los mediadores de Bruselas. Con unos socios de coalición y legislatura que se niegan a condenar en la Eurocámara la invasión de Ucrania, Sánchez exhibe en el exterior la excepcionalidad y la anomalía política que ya ha mostrado de puertas adentro. Si las grandes crisis obligan a los políticos a ejercer de estadistas, la invasión de Ucrania ha servido para desnudar las ataduras de un Gobierno cuya escasa fiabilidad y falta de compromiso se magnifican en función de los desafíos a los que se enfrenta. Ucrania es la prueba.