Editorial
Salvar los muebles por error
No es una reforma antagónica de la anterior de Rajoy, sino complementaria y llamada a ser útil en el mercado laboral. Pero, paradojas de la vida, un diputado del PP salvó a Sánchez por error
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El pleno del Congreso validó ayer ‘in extremis’ y de milagro, con 175 votos a favor del Gobierno frente a 174, la reforma laboral después de una negociación a cara de perro con sus socios habituales, que finalmente dieron la espalda a la vicepresidenta Yolanda Díaz entre duros reproches de traición a su promesa de derogar la normativa que puso en marcha Mariano Rajoy en 2012. Especialmente duros fueron ERC, Bildu y el PNV, que votaron en contra y sin concesiones. La votación fue extraña en la medida en que Pedro Sánchez la sacó adelante con una peculiar mezcolanza de votos de Ciudadanos, el PdeCat y, sobre todo, gracias a un error involuntario de un diputado del PP, al que la presidenta de la Cámara, la socialista Batet, impidió rectificar tras haber votado por la mañana de forma telemática desde Cáceres, y a quien por la tarde se le impidió el acceso al hemiciclo cuando quiso enmendar su equivocación. Las protestas del PP fueron tajantes. Ese partido niega que se haya cumplido el Reglamento de la Cámara argumentando que el voto nunca fue realmente confirmado después por vía telefónica, por lo que es ilegal de origen. Y además insiste en que votó «no» y se contabilizó «sí». Por tanto, la votación tendría que anularse y repetirse según la versión del PP, algo a lo que difícilmente accederá la Mesa del Congreso, controlada por la izquierda. Pero de momento, hasta en estas lides de una votación al límite Sánchez ha tenido suerte, y no es descartable que el asunto acabe en los Tribunales.
Más allá del inédito guirigay vivido anoche en el Congreso, la contrarreforma laboral está llamada a ser útil para España en las actuales circunstancias de dificultades. El PP estuvo en su derecho de votar en contra y defender sin modificaciones la utilidad de aquella reforma de 2012. Fue una decisión política de Pablo Casado que bien pudo matizar con una abstención, pero se empecinó en no hacerlo, lo cual es un error. No es cierto todo lo que defendió el PP sosteniendo que la contrarreforma laboral supondrá un retroceso. Era conveniente una revisión de la reforma de 2012, una adaptación a nuevas circunstancias, y ha sido avalada, aunque con serias discrepancias internas, por el empresariado español. Tampoco dijo la verdad Yolanda Díaz, que no tuvo más remedio que asumir su fracaso por más que la reforma haya salido adelante. Es mentira que sea una derogación de la ley de Rajoy, y es mentira que altere sustancialmente «los aspectos más lesivos» para los trabajadores. Y mucho más falaz es que se trate de la «primera reforma laboral de gran calado de la democracia que cuenta con el respaldo del diálogo social». Una cosa es que la reforma pueda ser útil -el tiempo lo dirá- y otra muy distinta es negar que no ha generado una convulsión.
No es una reforma antagónica de la anterior, sino complementaria. Ofrece soluciones que no siempre serán definitivas para los gravísimos problemas que ofrece el panorama laboral, pero sí reactivará fórmulas de paz social en una etapa para la recuperación. Todos los aspectos de cualquier norma son mejorables, pero no puede decirse que esta reforma sea aquella imposición sectaria que había prometido la izquierda como pura pose electoral para recabar votos socialcomunistas. La ampliación de los ERTE, los contratos formativos, la prioridad aplicativa de los convenios de empresa aunque se excluya la materia salarial, la ultractividad, o la reforma de la contratación temporal no tienen por qué ser medidas destructivas. De su aplicación realista y del interés de todos los agentes sociales en hacer funcionar correctamente la reforma dependerá que el mercado laboral se agilice y funcione de manera más razonable evitando abusos, bloqueos y conflictos que a todos los trabajadores perjudican.