Editorial

La salud mental es prioritaria

Resquebrajado el manto de silencio que cubría el grave problema de la salud mental, se ha de pasar de las palabras a los hechos, porque es ridículo que Sánchez anuncie un plan nacional y solo invierta 90 millones en tres años

Editorial ABC

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El problema de la salud mental ha entrado definitivamente en la agenda de la opinión pública después de que los expertos hayan venido alertando desde hace años de la expansión de las enfermedades y trastornos psíquicos en la sociedad. Rodeado de tabúes, miedos y prevenciones, una especie de manto de silencio sepultaba tanto el problema como su simple debate. No hace tanto, las muertes por suicidio se ocultaban en los medios en la creencia de que tratar el asunto animaba a la expansión del fenómeno, como si por informar se produjese una especie de ‘efecto imitación’ que multiplicara los óbitos por este motivo. Parece que, por fin, se va resquebrajando ese muro para demostrar la dimensión de un problema que, según todas las sociedades de psiquiatría, se ha agrandado en la última década de la mano de las crisis globales sufridas por la sociedad. Las consecuencias del ‘crack’ económico de finales de la primera década del siglo (quiebras, desempleo, ruinas familiares y nacionales), o las que ha provocado la pandemia (restricciones, confinamientos, muertes, temor incluso a salir a la calle) han configurado una ‘nueva normalidad’ multiplicadora de los trastornos psíquicos.

En España, las cifras de este aumento son inequívocas: el 12 por ciento de la población toma ansiolíticos y han tenido un crecimiento exponencial, por ejemplo, los ataques de pánico, las hipocondrias o los trastornos obsesivo-compulsivos. Como media, han subido un 50 por ciento las urgencias pediátricas por problemas psiquiátricos. En la parte más grave del problema está lógicamente la cifra de suicidios, también al alza, si bien aún está por debajo de la media europea. Las últimas estadísticas señalan que en España se dan 8,3 suicidios por cada 100.000 habitantes, por debajo de los 10,9 de Alemania o los 12,5 de Francia, pero algo por encima de Italia, por ejemplo. En nuestro país, el suicidio es la segunda causa de muerte entre los menores de 21 años y la tercera en la adolescencia.

Roto en parte el manto de silencio y entendido el alcance del problema, la tarea siguiente es ahondar en la prevención, investigación y tratamiento del mismo. En la esfera política, la izquierda está intentando abanderar esta batalla, si bien aún no ha decidido recorrer el camino entre la mera enunciación del problema, poniendo cara de preocupación, y la puesta en marcha de medidas efectivas que puedan ayudar a corregir o al menos atenuar la situación. Se trata, en fin, de una nueva ficción.

Basta con comprobar la microscópica inversión del plan de salud mental anunciado a los cuatro vientos por Pedro Sánchez, con toda la tradicional fanfarria de los actos que organiza en La Moncloa: apenas 90 millones de euros de aquí a 2024. Es decir, un esfuerzo inversor de medio euro al año por habitante. Con esa ‘calderilla’ (en términos de la dimensión del problema, naturalmente) pretende el Gobierno mejorar la atención a la salud mental «en todos los niveles del Sistema Nacional de Salud, tanto en atención hospitalaria como primaria» y, con lo que le sobre, quiere dar «un impulso a la formación sanitaria especializada en salud mental, la sensibilización y la lucha contra la estigmatización, la prevención de las conductas adictivas y la promoción del bienestar emocional». No acercarse ni remotamente al esfuerzo inversor que se requiere es, simple y llanamente, no entender el alcance del problema, ni querer resolverlo.

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