Editorial

Primeros pasos de Biden

La vuelta al multilateralismo es la mejor noticia de estos primeros meses de Biden en la Casa Blanca; la peor, que se ha visto superado y sin respuesta al problema inmigratorio

Editorial ABC

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El balance de los primeros meses del nuevo presidente norteamericano Joe Biden se ha de basar en la constatación evidente de que se ha recuperado una cierta normalidad y la atención del mundo ha dejado de orbitar alrededor de los abruptos mensajes en las redes sociales de su predecesor. Un poco de aburrimiento en determinados aspectos del panorama mundial parece casi una bendición teniendo en cuenta todas las turbulencias que se están produciendo en el planeta. La vuelta del multilateralismo (asimétrico, como ha sido siempre para EE.UU., pero multilateralismo al fin) es una buena noticia porque significa que los países occidentales y sobre todo la Unión Europea pueden organizar de forma predecible sus relaciones con el que sigue siendo su aliado natural más importante en todos los aspectos. Sus declaraciones firmes y claras respecto a lo que piensa de quienes gobiernan Rusia y China anticipan una política exterior más ortodoxa en la defensa clara de los valores democráticos en el mundo. Ya se sabe que será difícil y peliagudo llevarla a cabo, pero parece mejor que los bandazos de Trump, por más que lograse algunos resultados efectistas en Oriente Medio. Tal vez habría sido buena idea haber acelerado el desmontaje de ciertos elementos de la herencia que recibió en forma de medidas de represalia económica, sanciones y aranceles arbitrarios, impuestos a sectores económicos y a países como España. Biden ha tenido tiempo de sobra para saber que aquellas medidas no han servido más que para perjudicar a unos y a otros y que es hora de anularlas.

En la gestión del problema más grave que ha encontrado a su llegada a la Casa Blanca, la pandemia del Covid-19, Biden se ha beneficiado de que el propio sistema sanitario -básicamente privado- había ido tomando mal que bien las decisiones correctas para contrarrestar la errática política de Trump y eso ha favorecido la rápida distribución de vacunas. Sin embargo, en el delicado tema de la inmigración Biden se ha visto superado claramente por las expectativas que ha suscitado su llegada al poder en los países de origen de los inmigrantes y ahora se encuentra ante un problema tan grave como el de los miles de menores no acompañados, que requerirá probablemente una respuesta más racional y contundente que los gestos con aire demagógico que ha adoptado hasta ahora y que debe implicar decididamente a los países de origen en la búsqueda de los padres que lanzan deliberadamente a sus hijos a esa azarosa aventura.

Los casi cien días desde que tomó posesión son también un plazo lo bastante claro como para que el presidente del Gobierno Pedro Sánchez entienda que si un presidente norteamericano -demócrata además- aún no le ha querido llamar por teléfono por elemental cortesía no se trata de un olvido burocrático, sino de una señal clarísima, un mensaje evidente de su desconfianza hacia un Gobierno en el que pululan elementos que para Estados Unidos no son dignos de confianza porque se han declarado reiteradamente aliados de dictaduras con las que Washington no habla. Solo este hecho sería suficiente para hacer reflexionar a Sánchez acerca del precio que ha elegido pagar por llegar y por mantenerse en el poder de un país como España. Se trata de una situación inédita, y si no fuera porque desde que Sánchez está en La Moncloa España está inundada de problemas acuciantes, debería considerarse como una cuestión gravísima cuyas repercusiones pueden pesar mucho para todos.

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