Editorial
Podemos desafía a Sánchez
La mejor noticia para España sería que el PSOE y Podemos rompieran la coalición y hubiese elecciones. Aún se sostienen, porque el poder importa más que sus rencillas
Todo en este Gobierno es una impostura sistemática. Lo fue ayer también la sobreactuación de Podemos cuando, horas antes de que Meritxell Batet acatara la sentencia del Supremo y retirase el acta de diputado a Alberto Rodríguez -su obligación institucional para no prevaricar-, puso como excusa el debate de la reforma laboral para exigir una reunión urgente con el PSOE sobre las bases de la coalición. Más allá de las conocidas y recurrentes discrepancias entre socios del Gobierno, lo que Podemos estaba poniendo sobre la mesa era un desafío frontal, provocado por la salida de Rodríguez de la Cámara Baja. No es casual que una condena por atentado contra la autoridad, habitual en el núcleo duro de Podemos, haya provocado una crisis, hasta ahora inédita, que ayer llevó al partido que dirige Ione Belarra a anunciar una paradójica querella por prevaricación contra Meritxell Batet. La condena dictada contra Isa Serra llevó en su día a Pablo Iglesias a acusar de prevaricadores a los tribunales. La secuencia se repite, ahora como consecuencia de la salida del Congreso de un diputado cuyo estudiado y simbólico desaliño ha representado para Podemos su presunta marginalidad, en las antípodas de los modos y maneras con que Yolanda Díaz se conduce por la esfera política. Entre todas las voces de la extrema izquierda que ayer se alzaron contra la decisión de Batet faltó precisamente la de Yolanda Díaz, ajena a un clamor antisistema del que la vicepresidenta segunda ha sabido desmarcarse para subrayar las cada vez mayores distancias que le separan de lo que un día fue Podemos. Al partido de Belarra, perdido en el nuevo espacio que, a su medida, trata de construir Yolanda Díaz, solo le queda el pataleo. Incluso contra sí mismo, amenazando con una querella a Meritxell Batet, que en esta farsa solo ha sido una mandada.
El problema de fondo es que el PSOE ha dejado caer, como no podía ser de otra forma, al diputado Rodríguez, obedeciendo al fin la sentencia del Tribunal Supremo que lo había inhabilitado por la agresión a un policía. Bastante claro dejó ayer el Supremo a la presidenta del Congreso que la sentencia es transparente. Tanto que al Tribunal no le quedó más remedio que ironizar sobre la ignorancia del Congreso acerca de la propia ley. Y eso, si fuera verdad y tratándose de la Cámara legislativa de este país, sería doblemente grave. Pero que nadie se engañe. No ha habido ninguna duda jurídica en absoluto; Batet y Sánchez solo han querido mantener un irresponsable pulso al Supremo, con las horas contadas y sin posibilidad de victoria, para defender a Podemos. No solo han hecho el ridículo, sino que han puesto de manifiesto la debilidad de su coalición y el desconocimiento de la situación de descomposición -de ahí la sobreactuación- por la que atraviesa el partido que le sirve de apoyo.
La mejor noticia para España sería que Pedro Sánchez recogiera el guante lanzado por el partido de Ione Belarra, procediese a la inmediata ruptura de una coalición que nunca ha sido tal -dos gobiernos enfrentados bajo el mismo techo institucional- y convocara elecciones, o que buscara el amparo parlamentario de una oposición que en adelante le permita moderar el tono de sus políticas y sus discursos. No es previsible tanta responsabilidad pública, ni siquiera ante un episodio tan grave como el protagonizado por Unidas Podemos al tratar de forzar una crisis entre dos poderes del Estado y obligar a la presidenta del Congreso a prevaricar.