Editorial
Otra victoria proetarra
Una cosa es que la ley les permita reinsertarse. Pero otra muy distinta es que se mofen de personas asesinadas, como si su vil ‘razón política’ para matar continuase vigente
El mero hecho de que el PP haya tenido que recurrir en el Congreso a plantear sendas iniciativas parlamentarias para poder ilegalizar los llamados ‘ongi etorris’ o actos de homenaje a terroristas de ETA, y para impedir la concesión de terceros grados a etarras sin un arrepentimiento previo y sin un informe favorable de la Fiscalía, demuestra el grado de pudrimiento al que ha llegado el Gobierno en su estrategia conjunta con Bildu y el PNV para excarcelar a criminales. Y es que las iniciativas del PP serían innecesarias si realmente se cumpliese la ley en vigor, que es justo lo que no ocurre. Es muy digno sostener, como hace la Fiscalía, que no se pueden prohibir preventivamente los ‘ongi etorri’ sin saber si se va a producir o no un delito durante su celebración. Pero la realidad demuestra que cuando muchos pueblos vascos se echan a la calle para homenajear a terroristas no se están limitando a darles un recibimiento cariñoso. En realidad, convierten cada acto en una exaltación heroica del terrorismo y en una humillación de las víctimas, lo cual ya está tipificado en el Código Penal. Por tanto, no es un problema de lagunas legales, sino de voluntad política. Y la voluntad del PSOE al oponerse a las tesis del PP es precisamente seguir blanqueando a auténticos asesinos.
Una cosa es que pasen más de veinte años en prisión por sus crímenes -a menudo salen a menos de un año por muerte causada- y que la ley les permita reinsertarse. Pero otra muy distinta es que además se mofen de personas asesinadas, como si su vil ‘razón política’ para matar continuase vigente. Desde esta perspectiva, los terceros grados se han convertido en graciosas concesiones por puro interés político que deberían avergonzar a los funcionarios que las aplican. Porque no es la ley. Que nadie quiera hacernos creer que hacen falta leyes para castigar lo evidente. Esas leyes ya existen pero se eluden, y el desprecio a las víctimas queda siempre indemne. Los terroristas son especialistas en fabricar coartadas supuestamente humanitarias para recibir a sus familiares, pero en el fondo solo diseñan nuevos modos de seguir reivindicando la legitimidad de sus asesinatos, secuestros y extorsiones.
La clave es por qué debe consentir esto un Estado de derecho. El eterno argumento socialista de pasar página porque la paz en el País Vasco se ha normalizado choca con su sistemática resurrección del guerracivilismo o con su cruzada contra el franquismo, como si estuviese vigente. El PSOE tiene una preocupante memoria selectiva. Lo único vigente es la permisividad con delincuentes a los que se aclama mientras nadie pide perdón, mientras se olvidan de las víctimas y mientras se limitan a decir que ‘lamentan’ el ‘conflicto’. E igual de grave es que el PSOE lo haya institucionalizado. Antes al menos había dirigentes socialistas que se escandalizaban. Ahora les basta y sobra con el oportunismo político, con los votos de EH Bildu, y con argumentar que lo que antes era terrorismo de tiro en la nuca ahora es la homologación de la política institucional de toda la vida. El PSOE arguye que es otra trampa dialéctica del Partido Popular para desgastarlos. Pero no es cierto. Que aún tenga que debatirse algo así solo acredita una grieta en nuestra calidad democrática, porque los ‘ongi etorris’ son algo tan provocativo e insidioso que el hecho de que el PSOE los acepte no deja de ser otra perversión de un sistema viciado y privilegiado de excarcelaciones. Entre vencedores y vencidos, empieza a haber demasiados vencedores de los terroristas de ETA.