Editorial

Un orden mundial sin Europa

En el pulso entre EE.UU. y China, Europa no puede permanecer como espectadora pasiva, con una OTAN desvitalizada y sin la tecnología e inteligencia acordes con tan crítico momento

Editorial ABC

Esta funcionalidad es sólo para registrados

El acuerdo entre Estados Unidos, Australia y el Reino Unido (Aukus) para crear una nueva alianza militar en la región Indo-Pacífico parece diseñar un nuevo orden mundial en el que Europa y la propia OTAN parecen haber quedado de lado. El vuelco en los equilibrios geopolíticos del planeta se ha desplazado súbitamente hacia Oriente y China aparece claramente como un adversario con capacidad para desafiar la hegemonía de Estados Unidos, mientras que la vieja Europa y la Alianza Atlántica se quedan como espectadores pasivos de unas tensiones que les van a afectar directamente, pero en cuya resolución no pueden intervenir porque carece de capacidad e incluso de credibilidad para hacerlo. El turbulento mandato de Donad Trump ha logrado desenfocar la verdadera naturaleza de las relaciones trasatlánticas de modo que la llegada a la Casa Blanca del demócrata Joe Biden no ha significado que Estados Unidos deje de dar preferencia a sus propios intereses y los ponga por encima de los de Europa, aunque siga viéndonos como aliados. El lema trumpista «America First» sigue, al parecer, en la cabeza de Biden.

El descosido que este gesto deja a la posición europea va más allá de lo que Francia considera una «puñalada por la espalda» que ha anulado un contrato supermillonario de venta de submarinos a Australia y deja tocada su industria militar. Nuestra dependencia de EE.UU. es probablemente más intensa en estos momentos que en el pasado porque no se basa en la cantidad sino en la calidad de la tecnología militar y de inteligencia de la que carece Europa, pero que Washington se dispone a compartir con Australia y con el Reino Unido, donde los partidarios del Brexit celebran este gesto como una gran victoria.

Con una OTAN desnutrida o desvitalizada, los europeos somos vulnerables a los manejos de Rusia y tarde o temprano también acabaremos topándonos con la dictadura china, cuyos intereses están muy lejos de los de los europeos. Esta situación hace más necesario que nunca que la UE se dote de una capacidad propia de defensa. No significa que haya que crear un ejército europeo, pero sí una estructura real para coordinar de forma eficiente las capacidades de las que dispone cada país en caso de necesidad. Sobre todo hay que invertir de forma conjunta en la tecnología necesaria para que esa capacidad militar pueda ser proyectada de forma autónoma allá donde lo requieran nuestros intereses. No hacerlo es resignarse a ser un actor de segunda fila en el escenario internacional, irrelevante a la hora de defender sus intereses. En el pulso que se avecina entre EE.UU. y China, Europa no puede permanecer como espectadora pasiva porque cualquiera de las dos alternativas que se nos presentan -asumir una dependencia perpetua de Washington, cuyos intereses parecen ajenos a los nuestros, o un vasallaje bajo las premisas de la dictadura de Pekín- nos condena a una rápida disolución en la mayor de las irrelevancias.

No se trata ya de una discusión académica sobre una visión de futuro: la realidad del presente, tal como demuestra el paso que han dado Estados Unidos y Australia nos demuestra que esa autonomía estratégica la necesitamos ya. La presidenta de la Comisión, Ursula von der Leyen, lo prometió en el último discurso sobre el estado de la Unión y le puso fecha: primer semestre de 2022, precisamente bajo presidencia francesa. En este momento coinciden la necesidad absoluta de ponerlo en marcha y los medios para ello. Sería un suicidio perder esta oportunidad.

Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación