Editorial
Un lugar en la UE pos-Merkel
Es natural que el resto de los países busquen su sitio, una vez que una figura de la talla de Merkel desaparezca de la escena comunitaria. En ese debate, Sánchez no está ni se le espera
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La retirada de Angela Merkel de la política representa una pérdida enorme para Europa. Que la persona que ha estado dieciséis años al frente del país más importante de la UE haya sido tan moderada, dialogante y flexible, sin necesidad de renunciar a sus principios, ha sido algo muy bueno para Alemania y óptimo para el resto de los europeos. Es natural que una vez que una figura de su talla haya desaparecido de la escena comunitaria, el resto de los países busquen su sitio. Y en este sentido resulta muy interesante el paso que han dado Francia e Italia al firmar un acuerdo que anticipa una cooperación estrecha a largo plazo dentro de la UE. Más relevante aún si se compara con la actitud pasiva o incluso displiciente de Pedro Sánchez, que desde que se hizo aplaudir por sus ministros a la vuelta del Consejo Europeo que aprobó el fondo de recuperación no ha tenido ni una iniciativa ni un gesto relevante en Europa.
Naturalmente Alemania seguirá siendo el país más importante de la UE, con el canciller socialdemócrata Olaf Scholz al frente, y Francia será su principal aliado, en general, porque esa relación estratégica es precisamente la base de la estabilidad en los demás equilibrios continentales. Sánchez sin embargo deposita toda su proyección europea en el hecho de que siendo Scholz de la familia socialdemócrata tiene garantizadas unas relaciones especiales con el nuevo canciller, lo que es un error mayúsculo. Si algún día creyó que estaba a la cabeza de un supuesto bando ‘progresista’ en la UE, se equivocó totalmente y si está pensando ahora que el nuevo líder alemán se va a dejar arrastrar por prejuicios ideológicos, más allá de los límites del pragmatismo, vuelve a errar.
El debate más importante en los próximos meses será redefinir el futuro del Pacto de Estabilidad y las reglas de gasto y deuda. Sánchez espera que se produzca el milagro de que se abandone cualquier tipo de rigor presupuestario y para ello cuenta con la llegada de la socialdemocracia al Gobierno alemán. Pero Sholz gobierna con una coalición con liberales y verdes, una fórmula que en realidad no es ni comparable ni equivalente al experimento ‘Frankenstein’ que respalda a Sánchez. Además, Berlín no puede ignorar el criterio de otros países no gobernados por la izquierda, como seguramente preferiría el presidente español.
Lo que han hecho Francia e Italia demuestra que al frente de estos dos países hay líderes con cierta visión de las cosas en política europea. A nadie le puede parecer mal que dos naciones grandes, ambas fundadoras, acuerden acelerar su integración incluso en cuestiones simbólicas, como la asistencia compartida a los consejos de ministros nacionales. Para Francia resulta un valor añadido en su relación con Alemania, mientras que Italia puede sentir también que de algún modo tendrá cierta influencia en el eje franco-alemán. ¿Dónde queda España? Da la impresión de que a Sánchez solo le interesan asuntos menores como la distribución ideológica de los puestos en las instituciones europeas, en las que -dicho sea de paso- ya no pintamos nada porque el presidente del Gobierno agotó todos sus recursos para enviar a Borrell a Bruselas para complacer a los independentistas catalanes. Y por lo demás, estamos a la cola de la recuperación y a la cola de las reformas. Y si sabemos que la UE no nos dejará caer, en cualquier caso no será por la política europea de Sánchez.