Editorial
El Gobierno se arroga decidir qué es cultura o no
La carrera electoral en España ha comenzado con una campaña de gasto público masivo a cargo del Gobierno. La última ocurrencia ha sido un bono de 400 euros a los jóvenes que cumplan 18 años, para que lo gasten en ‘cultura’. Habrá que esperar a la norma que desarrolle este plan de financiación y ver cómo pretende el Gobierno controlar en qué se gasta ese dinero. Y esta incógnita es importante porque el ministerio dirigido por Miquel Iceta, ya ha anunciado que los toros quedan excluidos del plan para los jóvenes. Esta exclusión ensombrece la iniciativa de Sánchez con el sectarismo y el electoralismo y resulta poco coherente con las necesidades de la industria cultural, muy golpeada por la pandemia, que ya facilita el acceso a los jóvenes con descuentos significativos. Realmente, no es la cultura lo que interesa.
El veto a la afición a los toros revela que la prioridad de la izquierda es seducir ideológicamente a los que justo acceden a la mayoría de edad y pueden votar en las próximas elecciones. Pero para los jóvenes de 19 y 20 o más años la cultura no debe ser importante porque no hay dinero para ellos. Todo es sintomático de una peligrosa tendencia intervencionista porque el PSOE, y la izquierda en general, no se sienten cómodos con la libertad del ciudadano, con su derecho a elegir libremente. Creen que el dinero público no debe financiar el desarrollo personal del ciudadano, sino un plan de formación ideológica. Por eso, la izquierda se cree con autoridad para decidir qué feminismo es el bueno y cuál es el malo; qué carne se debe comer y cuál no; de qué temas se pueden hacer chistes, escribir o debatir; y también, qué cultura es la que deben tener los jóvenes. De nuevo la izquierda revela su pulsión intervencionista en la sociedad, creyendo que el dinero público es un fondo de reptiles para captar adhesiones, ahormar al ciudadano y penalizar la libertad de elección.