Editorial
El Gobierno agrava su guerra
En el fondo no es solo la credibilidad del CNI lo que está en juego, sino la decadente estabilidad de un Gobierno secuestrado por sus socios, con ministros enfrentados, y roto por la cuaderna
La del Gobierno, con el sistema de espionaje Pegasus y con la exhibición de victimismo de Pedro Sánchez, lleva camino de convertirse en la historia de una inmensa chapuza que está desprestigiando al CNI y que además está sumiendo a Moncloa en una guerra entre ministros socialistas. Si algo están poniendo de manifiesto los pocos hechos que se conocen es que los socios habituales de Sánchez llevan meses diseñando una auténtica envolvente en la que el Gobierno ha picado con una enorme ingenuidad. No se trata solo de que Carles Puigdemont haya dedicado tiempo y dinero a tejer una red pseudoperiodística a su servicio para denunciar el espionaje a cerca de sesenta dirigentes separatistas desde 2018 hasta 2020 con Pegasus. Es que resulta sospechoso que solo unos días después de que el teléfono móvil de Pedro Sánchez fuese infectado en su visita a Ceuta, y justo después de anunciar una intensificación de la presencia militar en la frontera con Marruecos, un diputado de Bildu, Jon Iñárritu, preguntara expresamente al Gobierno por la utilización de Pegasus. Iñárritu lo hizo el 25 de mayo de 2021, y aquella pregunta no era casual, sino un eslabón más de la estrategia del independentismo contra el Estado, que gracias a Sánchez siempre ha ido a rebufo de una involución desestabilizadora contra la democracia.
El diputado de Bildu recordaba en su pregunta que «en el informe de seguridad nacional 2020 [del Gobierno] no se mencionan ataques con el programa Pegasus a los teléfonos de numerosos ciudadanos del Estado, entre ellas varias personas aforadas». Tal introducción no era inocente. Y las preguntas dirigidas a Moncloa, menos aún. Bildu quería conocer cuál era el motivo de ocultar «dichos ataques», qué investigaciones se han realizado al respecto, cuántos ciudadanos fueron atacados con Pegasus o cuántos eran políticos. El Gobierno dio una respuesta tipo de cuatro líneas para sostener que «en el Departamento de Seguridad Nacional no hay constancia de denuncias ni datos que avalen la existencia de ataques con el programa Pegasus a ciudadanos españoles». O bien el Gobierno mentía, lo cual es grave, o bien no se enteraba de nada, lo cual casi es peor. En el primer caso estaríamos ante un Gobierno falaz, y en el segundo, ante uno manifiestamente incompetente. En realidad, no es oportuno sacar conclusiones dada la falta de información y transparencia en la que incurre el Ejecutivo. Pero cualquier ciudadano que quiera unir la imaginaria raya de puntos que se está trazando solo puede sospechar que los peores socios posibles de Sánchez, justo los que sí dan motivos para ser espiados, tienen más información que el propio Gobierno. Y que la usan a conveniencia de parte para ir siempre por delante, sacando ventaja. Es difícil no pensar que todo estaba guionizado y que ahora es el Gobierno quien ha sucumbido a una trampa política de quienes se han propuesto agredir al Estado ¿Por qué preguntó eso Iñárritu, y por qué en ese momento? La respuesta, desde luego, es que siempre Bildu, ERC o el PDECat sabían de más.
A Margarita Robles no le quedaba mucho más remedio ayer que defender a capa y espada a los servicios de inteligencia españoles. Y es digno de elogio. Pero la ministra no será del todo creíble mientras siga acompañando a Sánchez en esta huida hacia ningún lado. Lo que hizo ayer fue desmarcarse de Félix Bolaños y de la ministra portavoz, Isabel Rodríguez, y probablemente unir su futuro al de Paz Esteban si el sanchismo decidiese destituirla. En el fondo, no es solo el crédito del CNI lo que está en juego, sino la decadente estabilidad de un Gobierno roto por la cuaderna.