EDITORIAL
Las franquicias del kremlin
No es precisamente la rentabilidad populista del ‘No a la guerra’ lo que mueve a Podemos, sino el alineamiento con el proyecto de acoso y derribo al mundo libre de Vladímir Putin
Por dónde podría invadir Rusia a Ucrania
Como líder provisional de Podemos, la titular de Derechos Sociales no tuvo ayer reparos en cruzar la línea roja que separa los distintos departamentos ministeriales del Gobierno –pasando por encima del propio jefe del Ejecutivo, máximo responsable de la acción diplomática del Estado– y en remitir al Ministerio de Asuntos Exteriores un documento de dieciséis puntos sobre la estrategia a seguir por España en el conflicto de Ucrania. Inédita por su naturaleza intrusiva y su carácter provocador, fruto de la convivencia en el Gobierno de dos partidos que más allá de su interés particular nunca se han acoplado en defensa de la nación, la propuesta de Ione Belarra, presuntamente pacifista, representa el enésimo movimiento de la extrema izquierda que confluye en Unidas Podemos en contra del compromiso atlántico de España y de la actividad disuasiva que desarrolla la OTAN y, de manera encubierta y bien calculada, a favor del Kremlin.
La táctica de supervivencia política de Yolanda Díaz, silente ante cualquier crisis que pueda desgastar y poner en duda el perfil moderado en el que la vicepresidenta segunda trabaja desde la salida de Pablo Iglesias del núcleo duro de Unidas Podemos, no ha logrado evitar que el partido morado, con su fundador a la cabeza, ahora metido a propagandista y agitador mediático, se manifieste de forma reiterada contra la Alianza Atlántica de la que forma parte España. No es precisamente la nostalgia o la rentabilidad populista del ‘No a la guerra’ el factor que determina esta postura, sino el alineamiento con el proyecto de acoso y derribo al mundo libre al que desde hace años se dedica Vladímir Putin. Híbrida o tecnológica, compuesta de bulos y desinformación, hecha a la medida de la visceralidad y la irracionalidad que circulan por las redes, difundida a través de Sputnik o RT, la nueva guerra fría que libra el Kremlin busca cualquier brecha abierta en las democracias occidentales para desestabilizarlas, y también a aquellos agentes políticos dispuestos a involucrarse en su campaña de erosión. Cualquier causa es buena, por distintos que sean los objetivos políticos y los presupuestos ideológicos de quien mueve los hilos y de los que a distancia aceptan interpretar el papel de títeres. Como hace cuatro años lo fueron los golpistas del ‘procés’, y antes los profetas del Brexit en el Reino Unido, o sin solución de continuidad las fuerzas extremistas que de uno u otro signo que campan por Europa, Unidas Podemos es un factor antisistema –contra la Corona, contra el CGPJ, contra la libertad de información y opinión– que no ha escapado al programa de demolición del Kremlin. El partido fundado por Pablo Iglesias surgió como una filial chavista y logró notoriedad a través del aparato de propaganda de la teocracia de Irán, dos de los tiranías que integran el eje antioccidental liderado por Rusia. Ahora es Jaume Roures, cuya infraestructura mediática puso al servicio indisimulado del ‘procés’, el que alberga las emisiones de Pablo Iglesias.
Unidas Podemos es muy libre de manifestar sus aspiraciones totalitarias, de publicar, como ayer hizo Belarra, su ‘agenda de paz’ y de salir en defensa de las tiranías que inspiran y dan cobertura a su actividad antidemocrática. España, sin embargo, no puede permitírselo. Las consecuencias de alojar en el Gobierno a una fuerza que no solo atenta contra las instituciones del Estado, sino contra el interés compartido con los aliados de la OTAN y de la democracia, están a la vista, en Madrid y en Washington.