España, otra vez bajo la lupa

El Banco Central Europeo va a adoptar de urgencia nuevas medidas para impedir que la prima de riesgo de España o Italia suba más y sin control. El Gobierno no aprende la lección

Editorial ABC

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El Banco Central Europeo convocó ayer con urgencia una reunión para abordar el aumento preocupante de las primas de riesgo de países como España, Italia o Grecia. Estos valores, que miden cómo los mercados financieros perciben la estabilidad de las economías, han escalado a cifras de 2014 e inquieran por el recuerdo dramático de la crisis de 2008, a la que se han sumado la pandemia y los efectos de la guerra en Ucrania.

El apremio con el que el BCE se reunió ayer es un indicio claro de que la situación económica general, y española en particular, tiene problemas estructurales, y no tan coyunturales como el Gobierno de Pedro Sánchez ha pretendido hacer ver. Bruselas no quiere un proceso de inestabilidad contagiosa y por eso ha anunciado un plan de reinversión de los bonos comprados durante la pandemia para comprar más deuda y frenar el coste de la financiación de los países, principalmente mediterráneos, más afectados por el aumento de la prima de riesgo.

El objetivo de esta medida es evitar una fragmentación del mercado de deuda. Al margen de cómo se concreten estos planes del BCE a corto plazo, lo cierto es que su lectura política en España no puede ser más que preocupante. Nuestro país vuelve a estar en la agenda de inquietudes de Bruselas, después de haber recibido la «excepción ibérica» para desvincular el precio de la energía de los costes del gas, con un resultado más que incierto a la vista de su estreno. Con una deuda pública instalada en el 117 por ciento del PIB y un déficit que el Fondo Monetario Internacional sitúa en el 5,3 por ciento a final de año, los recelos de los mercados son la peor noticia que podría recibir nuestro país. Sin embargo, el Gobierno vive en la irrealidad y sigue sin aceptar que es el momento de frenar y ajustar el gasto público, de dejar de hacer propaganda barata –que luego sale muy cara– a cuenta de los recortes sociales y de aplicar una reducción de impuestos que compense esa inflación que la errática ministra de Economía, Nadia Calviño, anunció que sería efímera.

No se puede vivir por encima de las posibilidades que propicia la economía productiva, ni en España, ni en Europa, y no es legítimo hacer creer al ciudadano que de las crisis económicas se sale sin sacrificios y siempre pasando la factura a Bruselas. Hormonar al sistema económico con fondos que no responden a su propia capacidad de producción y de riqueza es crear una burbuja que acaba estallando. La subida de tipos de interés en Europa y en Estados Unidos pondrá fin a la fiesta del dinero sin coste y, como efecto encadenado, acabará perjudicando el nivel de vida las familias españolas. En pleno escenario de incertidumbre y dudas, España tiene un gobierno sin proyecto político ni económico, centrado en atender sus preocupaciones electoralistas y en alimentar el populismo político, con leyes como la que rompe la colaboración entre la sanidad pública y la privada. Moncloa crea todo tipo de problemas y no resuelve ninguno. En efecto, España es la «excepción ibérica» pero con una connotación que nos devuelve al pelotón de los rezagados. La decisión del Banco Central Europeo supone una 'bola extra' para España, pero en cierto modo y pese a esta política de salvamento que no deja de ser una buena noticia para evitar males mayores, lo cierto es que genera suspicacias en otros países europeos, porque siempre que se ayuda a los socios con más endeudamiento, no se toma como una lección y al final la deuda vuelve a aumentar.

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