Editorial
La dignidad de la vida no pasa por la eutanasia
La definitiva aprobación de la ley que regula la eutanasia representa, pese al perverso envoltorio progresista de esta norma, una derrota moral para una sociedad que se tiene por desarrollada
La definitiva aprobación de la ley que regula la eutanasia representa, pese al perverso envoltorio progresista de esta norma, una derrota moral para una sociedad que se tiene por desarrollada. Convertir al mismo Estado que tiene encomendada la protección de la vida humana en administrador de la muerte no es más que una capitulación ética, resultado de tergiversar el verdadero significado de la dignidad y de renunciar a la compasión para apostarlo todo -hasta la misma existencia- a una cultura del descarte en la que no caben el sufrimiento o la renuncia, ya sea material o psíquica. No deberían escucharse hoy aplausos en el Congreso, gesto habitual de la coalición que apoya a Pedro Sánchez, para celebrar la aprobación de una ley que atenta contra la misma dignidad que dice consagrar y que merece la pena recurrir y combatir con una didáctica desideologizada, racional y serena, a la altura del bien supremo que hay que proteger.
