Editorial
Difícil retorno a Cataluña
Es lógico que Sánchez y la Generalitat incentiven la vuelta de las empresas que huyeron del 'procés', pero para eso es imprescindible que la amenaza separatista desaparezca. Y no hay visos
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El presidente del Gobierno está alentando la vuelta a Cataluña de las empresas que se fueron tras la declaración unilateral de independencia de 2017. Pedro Sánchez ha aprovechado sus últimos viajes a esa comunidad para lanzar este mensaje en diversos encuentros con empresarios, y tiene lógica que tanto la Generalitat como el Gobierno central se preocupen por normalizar la maltrecha situación económica, porque Cataluña necesita a España, y España necesita a Cataluña. Sin embargo, si en esta autonomía no persistiera una amenaza independentista ni hubiera un riesgo notable de repetir los errores del pasado, Sánchez no solo no se vería necesitado de dopar fiscalmente a muchas empresas para incentivar su retorno, sino que además volverían solas si la incertidumbre y la inseguridad generada por el 'procés' fuesen erradicadas. La salida de empresas –en torno a 6.200– fue una reacción legítima de sus responsables para proteger puestos de trabajo e intereses de accionistas e inversores frente a un clima político y social insufrible. No eran agentes del Gobierno central, sino catalanes expulsados por un nacionalismo que exigía lealtad y obediencia ciega. Muchos cedieron, pero otros no. Ese retorno no puede ser forzoso, sino libremente decidido por las empresas, que en su día pudieron cambiar fácilmente de domicilio gracias a una reforma de la legislación mercantil aprobada por el Gobierno de Mariano Rajoy. El trasfondo político de la operación es el interés del Ejecutivo en atar el apoyo de ERC a los Presupuestos Generales del Estado de 2022, y el objetivo de los republicanos es reflotar económicamente a Cataluña y, en especial, a Barcelona.
Pesa mucho a los nacionalistas y a La Moncloa el éxito de Madrid porque es una fórmula de progreso económico y social, sustentado en un proyecto político sin tentaciones inconstitucionales ni insolidarias. En este contexto, la obsesión del nacionalismo y de la izquierda es un error para la propia estrategia de recuperación económica de Cataluña, porque nunca se conseguirá a la contra de Madrid, sino a favor de sí misma. Por eso, lo primero que tiene que hacer Sánchez es explicar cómo va a motivar a las empresas desplazadas, porque con ellas solo funciona la certeza de un futuro con seguridad jurídica y estabilidad política. En ocasiones se han planteado planes de bonificación tributaria para Cataluña, un pacto fiscal específico, e incluso un 'concierto' a la catalana con una financiación a la carta generadora de agravios con otras autonomías. Sería asombroso que, tras criticar a Madrid con la calumnia de 'dumping' fiscal, la solución para el retorno empresarial consistiera ahora en crear un paraíso fiscal en Cataluña.
Esta comunidad es la más rescatada de España y ha sido superada por Madrid como contribuyente neto a la solidaridad nacional. Por eso es mejor ofrecer a los empresarios catalanes un horizonte de verdadera normalización política, con respeto a la Constitución y las leyes. Pero si los mismos que crearon el infierno separatista del que huyeron las empresas en 2017 afirman hoy que volverán a hacerlo, pocos motivos se están dando a las empresas para que abandonen la tranquilidad de otras regiones de España. Es necesario que Cataluña recupere su pujanza económica. Y es necesario que Barcelona vuelva a ser la ciudad cosmopolita y abierta a la vanguardia de España. Pero hay que saber por qué están en declive. Y mientras Sánchez no quiera saberlo, sus mensajes a los empresarios serán tan falsos como su promesa de no indultar a los condenados del 1-O.