Editorial
Desconcertante y triste papel de la OMS en la pandemia
La sospecha de que que el origen de la pandemia estuviese en un fallo de manipulación por parte de ese laboratorio de la ciudad china de Wuhan será muy difícil de borrar y en este sentido puede ser explicable -que no justificable- el afán del régimen totalitario de Pekín por tratar de enmascarar su aparente responsabilidad. Lo que no puede pasarse por alto son las maniobras dentro de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y sus dirigentes destinadas precisamente a encubrir estas sospechas. Las últimas declaraciones de Ben Embarek, experto en enfermedades transmitidas de animales a seres humanos y uno de los miembros de la expedición oficial enviada a China para tratar de esclarecer el origen de la pandemia, arrojan ahora una sombra inaceptable sobre la credibilidad del informe oficial y sobre la labor de la propia OMS.
El objetivo último de la OMS no es complacer a los gobiernos de países poderosos y ceder a sus presiones sino ayudar a los científicos y médicos de todo el mundo a luchar eficazmente contra las enfermedades más graves. En este caso, en el que su intervención era más necesaria al inicio de la expansión del virus, prevalece la sospecha de si sus responsables prefirieron dar prioridad a los equilibrios internos dentro de la institución antes que a la salud en todo el planeta. Incluso ahora que existen vacunas de eficacia probada, y que el debate sobre el origen geográfico de la epidemia ya no resulta de gran utilidad para combatirla, lo que hay que definir es para qué sirve la OMS.