Editorial
Demasiado caos con las vacunas
El descontrol europeo respecto a los problemas que plantea la vacuna de AstraZeneca y la inexistencia de una estrategia homogénea de inmunización solo generan confusión y temor
La confusión se ha adueñado de golpe del proceso de inmunización en Europa. Las dudas sobre la vacuna de AstraZeneca removieron ayer las instituciones de Bruselas, con reuniones urgentes de la Agencia Europea del Medicamento, primero, y de los ministros de Sanidad de los Estados miembros, después. Solo estos movimientos súbitos en el corazón de las decisiones europeas sobre la vacunación son suficientes para generar en los ciudadanos un sentimiento de miedo que, aun injustificado, parece extenderse sin contención. El problema no surgió ayer ni se debe solo a los riesgos de trombosis asociados de forma excepcional a la vacuna de AstraZeneca. Hay una disfunción constante en el proceso de vacunación orquestado por la UE, que comenzó con los incumplimientos contractuales de las farmacéuticas y siguió con las primeras decisiones de algunos gobiernos de buscar vacunas por su cuenta. Austria y Dinamarca iniciaron conversaciones con Israel, Eslovaquia negoció con Rusia el envío de la Sputnik V y Polonia hizo lo propio con la Sinopharm china. El descontrol ha llegado incluso al ámbito regional, cuando ayer se supo que Baviera ha comprado 2,5 millones de dosis de la vacuna rusa. Las instituciones europeas acusan el desgaste de un año de pandemia, de crisis económica y de fatiga social, cuyos perfiles se remarcan con el contraste que fuerza el éxito de la estrategia británica de vacunación. Habrá que esperar a mejor ocasión para recordar a los británicos los riesgos que corren con el Brexit.
A escala nacional, tenía razón Pedro Sánchez cuando habló de «desmadre», aunque se equivocó al aplicarlo solo a Madrid. Desmadre es lo que retrata la falta de una verdadera política de Estado para la vacunación de los españoles. Anoche mismo, Sanidad corrigió su criterio anterior y aconsejó a las autonomías vacunar con AstraZeneca solo a personas de entre 60 y 65 años. Pero, a última hora, amplió la franja a los mayores de 60. Antes, Sánchez había anunciado que no habrá prórrogas del estado de alarma, pero comprometió una vacunación masiva para el verano. Si el Gobierno deja sin efecto el estado de alarma, es absurdo que su presidente haga estos anuncios, cuya confirmación va a depender de unos gobiernos autonómicos que miran por el interés de los ciudadanos de su territorio. Para velar por el interés nacional de España debería estar Pedro Sánchez, pero el presidente del Gobierno se ha apeado de tan fatigosa tarea y prefiere la de animador de crucero. El problema es que la unión política de diecisiete gobiernos es responsabilidad del Ejecutivo central, y sin un poder central no hay unión. Entonces es absurdo que Sánchez se lamente de que cada comunidad autónoma vaya por su cuenta. Es él quien lo está propiciando. Castilla y León suspende unilateralmente la administración de la vacuna de AstraZeneca, mientras las demás comunidades la mantienen. Díaz Ayuso es criticada por la izquierda por sondear la compra de la vacuna rusa, mientras el presidente valenciano anuncia por su cuenta que tiene reservadas dos millones y medio de vacunas de Janssen, pero como es socialista nadie le pide lealtad. Y para rematar la siembra de confusión, el Ejecutivo de Sánchez sigue sin aprender nada y vuelve a afirmar que las comunidades autónomas tienen recursos legales para imponer medidas sin el estado de alarma... provocando que los ciudadanos se pregunten entonces para qué sirven el estado de alarma y el propio presidente del Gobierno.