Editorial

Demasiadas verdades a medias

¿Por qué Albares revela que lleva meses trabajando con Marruecos para desbloquear las relaciones, y después se entera por la prensa de la carta de Sánchez? No tiene sentido. Él se delata

Editorial ABC

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El giro dado por el Gobierno a la relación con Marruecos, subordinando una posición comúnmente aceptada durante 46 años para instaurar un nuevo estatus que atribuye de facto al reino marroquí la soberanía sobre el Sahara, no solo ha estado rodeado de un secretismo impropio de una cuestión de Estado. También ha sido una auténtica chapuza en lo formal por más esfuerzos que hiciese ayer el ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel Albares, para explicarse. Todo ha sido un cúmulo de contradicciones y medias verdades que dañan la imagen de España, y que además ha enfrentado al PSOE a todos los grupos parlamentarios, a izquierda y derecha. Y esto último es algo tan atípico que solo tiene explicación desde una concepción autocrática del poder por parte de Pedro Sánchez. Poco podía rebatir ayer Albares al respecto por más que retorciese discursos del Rey y antiguas afirmaciones de gobiernos del PP para usarlos de modo ventajista.

Albares comenzó el día con una broma de mal gusto que fue interpretada por muchos diputados como un desprecio al Parlamento. El ministro sostuvo que no había conocido la carta enviada por Pedro Sánchez a Mohamed VI hasta que ayer fue publicada por ‘El País’. Además de algo muy improbable que de ser cierto movería a cualquier ministro de Exteriores a dimitir por dignidad, no se sostiene en ningún caso que si esa versión es cierta, fuese Albares quien compareciera ayer. Debió ser Sánchez en persona. Pero ya que elude caprichosamente al Parlamento, al menos hasta el día 30, ¿por qué Albares revela que Exteriores lleva «meses trabajando» con Marruecos para desbloquear las malas relaciones, y en cambio no conoce la conclusión a su propio trabajo hasta que la publica un periódico? El argumento del Gobierno, la mentira del Gobierno, cae por su propio peso. Tampoco se cita en esa carta a Ceuta y Melilla. Ni a Canarias. Sánchez se limita a dirigir a Rabat unas palabras genéricas sobre el respeto a la soberanía de ambos países, lo cual no garantiza que Marruecos no encare a las dos ciudades autónomas españolas como objetivo. Sobre todo, porque nunca han dejado de ser su reivindicación. También es imposible sostener que en realidad nada cambia para que todo cambie. Si no cambia nada respecto a la clásica posición del PSOE, respecto a la textualidad de su programa electoral, y respecto a la influencia española sobre el Sahara, ¿por qué argumenta Albares a la vez que se inicia una «nueva etapa de relaciones»?

No por repetir mil veces una media verdad termina siendo una verdad completa. No es del todo cierto que la nueva iniciativa del Gobierno esté «en el marco de Naciones Unidas» y conforme a sus resoluciones. De hecho, la propuesta de Marruecos de 2007, base de la claudicación que hace Sánchez en su carta, quedó en eso, en una mera propuesta perdida en un limbo. Y todo, por una sencilla razón: porque partía de una ilegalidad manifiesta ya que la iniciativa de Rabat tenía como base la tesis de que Marruecos ya ejercía su soberanía sobre el Sahara, algo que Naciones Unidas nunca ha reconocido como tal. Otra cosa distinta es que durante medio siglo no se haya avanzado en decisiones realistas para concurrir hacia una autonomía dependiente de Marruecos o hacia la autodeterminación, y que todo haya permanecido enquistado. Ahora el riesgo de Sánchez es enquistar la relación con Argelia, de quien dependemos para el suministro de gas. De momento, a Albares solo le faltó ayer llamar «ultraderechistas» a Bildu, PNV, ERC o Podemos. A fin de cuentas ese es el único recurso del PSOE cuando se le acaban las razones.

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