Editorial
En defensa de la unidad del español en todo el mundo
Cuando el Rey afirmó ayer que el español hace grandes a las naciones que lo tienen como lengua no hizo más que reseñar una evidencia que debería enorgullecernos como nación
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Cuando el Rey afirmó ayer que el español hace grandes a las naciones que lo tienen como lengua, y cuando defendió la unidad del idioma como el «valor cultural que más nos identifica», no hizo más que reseñar una evidencia que debería enorgullecernos como nación. Y así es. Es motivo de orgullo pertenecer a una comunidad internacional, con España como origen, que mantiene a casi 600 millones de personas hispanoparlantes. Sin embargo, hasta insistir en las evidencias se ha convertido en algo necesario en estos tiempos de persecución al castellano en nuestro propio territorio. La ofensiva por parte del nacionalismo y el separatismo, especialmente el catalán, está siendo impulsada por el propio Gobierno desarticulando hasta su carácter vehicular. Una cosa es proyectar, defender, proteger y priorizar las lenguas cooficiales, lo cual es lógico, y otra muy diferente mantener en el tiempo una política sectaria y excluyente de erradicación de la lengua oficial. Es algo que no ocurre en ningún lugar del mundo con su propio idioma. Nadie lo maltrata tanto como se lo maltrata en zonas de España, y por eso cobra valor la imagen de ayer, en Madrid, de las veintitrés academias unidas para celebrar el 70 aniversario de su anexión a la Asociación de Academias de la Lengua Española. La cita no fue un acto institucional más. En absoluto. Fue la reivindicación necesaria y justa de una lengua que representa mucho más que un símbolo de pertenencia. El español es lengua, sí, pero también es historia, cultura.
