Culpar a Madrid de todo mal

Sánchez está de campaña electoral, y si para ello tiene que criminalizar a Madrid presentándola como la capital europea de la borrachera y la fiesta desbocada, lo hará con total desahogo

Editorial ABC

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Apunto de encarar la cuarta ola de la pandemia, si no se ha iniciado ya, resulta cada vez más difícil concienciar a la ciudadanía de la relevancia que tiene seguir luchando contra ella con la prevención necesaria. Tanto se ha normalizado conocer cada día el listado de cientos de fallecidos, que ya hay una cierta insensibilización del horror que representa. Pero el primero en desvincularse ha sido precisamente Pedro Sánchez, que es quien tiene la máxima autoridad, quien mantiene el estado de alarma, quien debería liderar activamente el proceso de inmunización, y quien se ha desentendido por completo desde hace meses. Se ha desvinculado tanto de cualquier alerta sanitaria y ha optado por declinar su responsabilidad sobre las autonomías con tanto desahogo, que ahora ya carece de credibilidad ante la ciudadanía. Y no por incapacidad -tiene sobradamente acreditado su potencial para generar propaganda-, sino por indolencia deliberada y porque no quiere acumular más desgaste.

Sánchez está de precampaña electoral, y si para ello tiene que criminalizar a Madrid presentándola como la capital europea de la borrachera y la fiesta desbocada, y no como una resignada síntesis efectiva entre salud y economía, el presidente lo hace sin dificultad. El objetivo es simple: estigmatizar a la candidata del PP, Isabel Díaz Ayuso, provocar fobia contra esta comunidad autónoma, hacer creer que el aeropuerto de Barajas y sus nulos controles son competencia de la presidenta regional, y no de su ministro José Luis Ábalos, y simular que la entrada de extranjeros ansiosos de alcohol y de una libertad mal entendida es un capricho de Ayuso, y no una autorización expresa de los ministerios de Sanidad, Asuntos Exteriores y Transportes. Sánchez representa como nadie el engaño y la maquinación de la mentira, pero sobre todo empieza a representar también el miedo a una desmovilización drástica de la izquierda, escarmentada ya en Madrid del maniqueísmo manipulador de su coalición de gobierno con Podemos.

Madrid es una de las regiones europeas más castigadas por la pandemia, y no está exenta de conductas abusivas e irresponsables. Solo este fin de semana se han desactivado más de 500 fiestas ilegales en la capital, y la cifra va en aumento. Pero los datos de Madrid no son peores que los de otros países u otras autonomías prácticamente cerradas a cal y canto. Incluso en comunidades con restricciones inflexibles que la izquierda usa como ejemplo para señalar a Madrid, el virus sigue creciendo. Pervertir las estadísticas no sirve de nada. Sin embargo, ni siquiera esta estrategia de Sánchez parece surtir efecto a tenor de las encuestas. Bien parecería, en vista del discurso del PSOE, Más País y Podemos, que si se contuviese el virus en Madrid, acabaría en el resto de España automáticamente. No obstante, hasta los sindicatos más combativos de la izquierda sanitaria saben que eso es falso, y que el aumento de contagios no está causado por Ayuso por la sencilla razón de que ella no es la presidenta de otras seis autonomías en las que el virus repunta de nuevo. Pero el PSOE calla al respecto. Sánchez no habla de vacunas ni de cuarta ola porque quedaría más delatado aún, y prefiere reservarse para culpar a Madrid en periodo electoral.

Es absurdo sostener que Díaz Ayuso ha acertado en todo, porque no es así, como ocurre con el resto de presidentes autonómicos, sean del partido que sean. Pero es justo decir que sí ha acertado en cuestiones determinantes para lograr una incipiente recuperación económica. Y eso es mucho más de lo que puede decirse de Sánchez, para quien el Covid dejó de existir hace meses. Ocurra lo que ocurra, siempre es culpa de otro.

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