Editorial

Cuba pierde el miedo

El pueblo cubano no debe sentirse abandonado por la comunidad internacional y corresponde a España liderar una respuesta común en la UE a favor de las libertades y la democracia en Cuba

Editorial ABC

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El nuevo ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel Albares, se estrena en el cargo con un frente abierto en Cuba que el Gobierno español no puede ni debe ignorar. Miles de manifestantes han salido a las calles de las ciudades cubanas para protestar contra la miseria que les impone el sorprendido régimen comunista dirigido por Miguel Díaz-Canel. Lo han hecho sin miedo a las represalias que inmediatamente desató contra ellos el Gobierno de La Habana, incluyendo llamamientos ‘a los revolucionarios’ para enfrentarse a los ciudadanos que pedían libertad. Las brigadas de matones son un método usual de estos regímenes. El futuro de estas protestas es incierto porque los cubanos se enfrentan a un sistema implacable, que ha demostrado su desprecio por los ciudadanos, como en el ‘maleconazo’ de 1994. Sin embargo, la espontaneidad de las manifestaciones y la fiereza de la represión sirven para recordar que, a pesar del maquillaje poscastrista y del velo de la pandemia del Covid-19, Cuba sigue viviendo bajo el yugo comunista. Nada ha cambiado con Díaz-Canel: el régimen de La Habana es una dictadura que sobrevive al declive de las tiranías con más represión y mantiene su toxicidad antidemocrática en toda Iberoamérica.

El pueblo cubano no debe sentirse abandonado por la comunidad internacional y corresponde a España liderar una respuesta común en la Unión Europea a favor de las libertades y la democracia en Cuba. La presencia de ministros comunistas en el Gobierno de Pedro Sánchez hace un tanto ingenua la esperanza de un apoyo del Ejecutivo español a los demócratas cubanos. El precedente de Venezuela es significativo. Rodríguez Zapatero ha sido y es un cómplice del régimen chavista, y no ha sido desautorizado por el Ejecutivo de Sánchez. La afinidad de la izquierda política y cultural con el chavismo es una patología del ‘progresismo’ español, que ahora está desarmado de su argumento favorito para disculpar al Gobierno cubano desde la derrota de Donald Trump y la llegada a la Casa Blanca de Joe Biden.

Cuba es un factor de desestabilización en toda la región, alimenta movimientos antidemocráticos y populistas y apoya el totalitarismo comunista, el mismo que mantiene en la miseria a los cubanos. El régimen de La Habana no se merece ningún margen de confianza, sino una actitud exigente para que ponga fin inmediatamente a la represión y abra el país a un sistema democrático. Todo el discurso de la izquierda contra el fascismo se viene abajo cada vez que disculpa y apoya al Gobierno comunista cubano. Desde la caída del muro de Berlín, las dictaduras de izquierdas son excrecencias de un pasado tiránico que no debe encontrar respaldo en la comunidad de democracias. Solo la nostalgia de una parte de la izquierda occidental mantiene artificiosamente la legitimidad de la dictadura cubana en los foros internacionales. Cuando esa izquierda asuma que la derrota del comunismo en Cuba es un imperativo ético, político e histórico, los cubanos tendrán más cerca -no más fácil- su libertad.

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