Editorial
La cosecha de Sánchez
Si un Gobierno siembra discordia y crispación, mala gestión y mentiras, y pactos contra el interés nacional, lo que consigue es un voto de castigo y la reagrupación a la oposición
La mayoría de centro-derecha se consolida con una fuerza de 180 escaños, integrada por los diputados que obtendrían el Partido Popular, Vox y Navarra Suma. Podría añadirse el solitario escaño que obtendría Ciudadanos, ya al borde de su desaparición. Estos son los datos que ofrece la encuesta de GAD3 para ABC, en la que los partidos de la coalición de gobierno se quedarían en 123 escaños, perdiendo 32 con respecto a las elecciones de 2019. El PP ratifica su liderazgo en la encuesta con 122 escaños y el 28,5 por ciento de los votos, resultados sensiblemente mejores que en 2019, gracias, principalmente, a la absorción de Ciudadanos, aunque muestran un retroceso desde la encuesta de julio pasado, simétrico al aumento de votos y escaños de Vox, que alcanza el 17,1 por ciento y 56 diputados, respectivamente. Se evidencia así que el votante conservador intercambia sus apoyos entre los partidos de centro y derecha, pero no se pasa al PSOE, ni a otras formaciones, y tampoco a la abstención. No obstante, queda por despejar la incógnita sobre el impacto que puedan tener las futuras formaciones de la ‘España vacía’. Para el PP, el mensaje de esta encuesta es positivo, porque se produce cuando las tensiones internas entre Génova y el equipo de la presidenta regional de Madrid se han hecho notorias. En cuanto resuelvan esta polémica, incomprensible y absurda para la mayoría de sus votantes, es previsible una mejora en la estimación de voto. Aun así, el PP es el claro líder del centro-derecha y afianza su opción de reagrupar, como ya sucedió en 1990, todo el voto a la derecha del PSOE.
Para los partidos de la coalición de gobierno, la encuesta es demoledora. El PSOE no supera los cien escaños, perdiendo 21 de los actuales, y Unidas Podemos se desinfla y obtiene 24 diputados, 11 menos que en 2019. Pedro Sánchez no rentabiliza los datos del empleo de los últimos meses, ni surte efecto su propaganda social, ni cala el mensaje de la recuperación económica, ni hay rastro del optimismo por los fondos europeos. La inflación disparada y el coste de la luz entran a saco en las economías familiares y desmienten la euforia impostada del Gobierno, además de sumarse al hastío y la desconfianza que provoca una política apoyada en partidos extremistas, separatistas y anticonstitucionales. La aprobación de los presupuestos de 2022, basados en unas cuentas irreales y alejados de cualquier pronóstico medianamente verosímil, no va a suponer un cambio en la opinión de los ciudadanos, que están fijando su criterio electoral en factores a los que el Gobierno no presta atención.
Tampoco Yolanda Díaz está siendo el revulsivo de la izquierda extrema. Su apariencia moderada no convence a propios ni atrae a extraños, y fuerza más división interna entre los votantes de Podemos que unidad frente a la abstención, habitual en esta parte de la izquierda. Díaz empieza a revelarse como un producto de ‘marketing’, animado por los tibios resultados de Mónica García en las elecciones del 4-M, pero incapaz de traducirlos en su equivalente a escala nacional. Realmente, el proyecto de Díaz, como fue el de Pablo Iglesias, consiste más en ganar al PSOE que a la derecha, y convertirse en la líder de la izquierda española, aunque sea en la oposición. Tampoco este objetivo está encarrilado a la vista de la encuesta de GAD3, que apunta a un incremento de la abstención que penalizaría a la izquierda. Sánchez cosecha en las encuestas lo que siembra en la sociedad. Si un Gobierno siembra discordia y crispación, mala gestión y mentiras, pactos contra el interés nacional, lo que consigue es un voto de castigo, la reagrupación a la oposición y la desconfianza de los ciudadanos. La cosecha de Sánchez, en definitiva.
