Editorial

Colonizar el Ibex

El manoseo de las grandes empresas por el Gobierno es una pésima tarjeta de presentación, sobre todo en una etapa en la que hay que recuperar la confianza perdida durante la pandemia del Covid-19

Editorial ABC

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Después del asalto medio fallido a Indra, el propósito de Pedro Sánchez es avanzar en la toma de control de las empresas públicas colocando al frente de ellas a personas de su estricta confianza. Ya lo ha hecho, por ejemplo, con Correos. Esta estrategia colonizadora responde al concepto de poder que tiene Pedro Sánchez, un poder que exige obediencia, sumisión y lealtad. El Poder Judicial, con la mutilación de competencias de su Consejo General, y el sistema educativo, con la enésima rebaja de su calidad por una ley socialista, son ejemplos de que la idea de control es absoluta, sin espacios de libertad de criterio o de independencia. Tampoco es una novedad, porque la izquierda siempre ha tenido un concepto absorbente del poder, aunque parecía que esta vertiente autoritaria había quedado relegada a los extremos de la izquierda. Se ve que no es así, al menos en España, donde el PSOE ha cambiado la socialdemocracia pragmática por el autoritarismo populista. Además, La Moncloa amplía sus horizontes a las empresas del Ibex 35. Más de una docena de ellas tendrán que renovar a veintidós consejeros independientes antes de julio de 2022. Es toda una oportunidad para Sánchez y su táctica de infiltración, siempre con la presunción de que seguirá en el Gobierno hasta el teórico final de la legislatura. Mecanismos de presión no le faltan a un Gobierno poco escrupuloso con las formas y menos aún con los contenidos. Las críticas públicas a la banca por los ERE -previamente conocidos y consentidos por el propio Gobierno- o por los sueldos de sus altos directivos exhiben recursos coactivos, sin contar con el Boletín Oficial del Estado, suficientes para doblegar a las empresas más resistentes. El voto del Fondo de Reestructuración Ordenada Bancaria (FROB), es decir, del Estado, contrario a la subida de sueldo del presidente de Bankia, fue toda una declaración de intenciones. Cúpulas de órganos tan relevantes como la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia tienen ya nombramientos de notoria afinidad con el Gobierno, y la Comisión Nacional del Mercado de Valores tendrá que cubrir dos puestos en su consejo en 2022, otra tentación para un PSOE expansionista y controlador.

La cuestión es que nada de esto es inocente para los mercados, los reguladores europeos y los gobiernos extranjeros. El manoseo de las grandes empresas por el Gobierno es una pésima tarjeta de presentación, sobre todo en una etapa en la que hay que recuperar la confianza perdida durante los confinamientos y las restricciones mundiales impuestos por la pandemia del Covid-19. Nuestras grandes empresas tienen buena parte de su negocio fuera de España, con inversores y socios también extranjeros. No es bueno olvidar esta internacionalización de las compañías, porque resulta incompatible con el intervencionismo nepotista que practica sin ocultación el Gobierno de Pedro Sánchez. Tampoco es inocente este modo de operar para la transparencia de los sistemas de gestión de la riqueza, la actividad y el empleo. No solo la política debe ser transparente, también las relaciones del poder político con el sector empresarial. Resulta de una hiprocresía insuperable el discurso sensible de la izquierda con las ‘puertas giratorias’ cuando se cubre con piel de rinoceronte para la colocación de amigos. Es un discurso paralelo al que practica el presidente del Gobierno con la defensa de la democracia mientras negocia con golpistas y proetarras. En España no hay un problema de calidad de la democracia, hay un problema de calidad del Gobierno, cada día más parecido a esos ejecutivos autócratas de Europa del Este.

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