Editorial
Cataluña aún puede empeorar
El presidente de la Generalitat ha pactado aprobar sus presupuestos con los comunes de Colau, con un fingido enfado de Junts. De nuevo, todo un enjuague para que nada cambie
El acuerdo alcanzado ‘in extremis’ entre ERC y la marca catalana de Podemos, los comunes, para que el presidente de la Generalitat, Pere Aragonès, pueda ver aprobados sus presupuestos autonómicos amenaza con alterar los equilibrios de la coalición separatista. Con la CUP desmarcada de la alianza entre ERC y Junts, estos partidos necesitaban que o bien el PSC, o bien los comunes, aportasen sus votos para no ver frustrada la legislatura. Finalmente, el cómplice del independentismo ha sido el partido de Ada Colau, y lo ha hecho a cambio del apoyo expreso de ERC a sus propias cuentas en el Ayuntamiento de Barcelona. No es que el líder del PSC, Salvador Illa, no haya querido -bien claramente se ofreció días atrás-, sino que se ha producido un ‘do ut des’ entre partidos de la extrema izquierda sin más intención que la de sobrevivir con una interdependencia mutua que resulta desmoralizante, porque difícilmente la gestión de Cataluña podría quedar en peores manos. Por eso el PSC queda en una pose cómoda, pero también descolocado, sin ser siquiera una bisagra para condicionar algo mínimamente, o para ejercer como factor corrector de la deriva de la política catalana. De nuevo vuelve a evidenciarse que los comunes y Podemos no tienen nada de constitucionalistas, y sí mucho de muleta para los odiadores de España. Y todo, para que Colau permanezca sin dificultades al frente del Constistorio de Barcelona pese al brutal deterioro causado a la ciudad.
No obstante, la segunda parte del análisis es que en Cataluña todo cambia para que nada cambie. Junts, el partido de Carles Puigdemont, no ha asistido a las reuniones que de forma desesperada ha mantenido Aragonès con los comunes para no ver tumbados sus presupuestos. Junts se ha limitado a simular un supuesto enfado con el acuerdo, y sin duda eso agravará las ya de por sí pésimas relaciones entre este partido y ERC. Pero ninguno es lo suficientemente sincero como para romper la coalición de gobierno. Se impone el cinismo, y se apoyan unos a otros mientras sobreactúan y teatralizan su discordia. Esta es la enésima mentira del separatismo y la eterna pugna con la que fingen mantener una tensión insostenible en el seno del independentismo, cuando en realidad lo único que provocan es hartazgo en sus militancias. Y siempre, sin poner en peligro sus cargos. Junts no va a romper los acuerdos de gobierno porque en el fondo solo le interesa mantener su estatus, los votos necesarios para aprobar las cuentas públicas, y multitud de cargos muy bien remunerados. Lo demás importa poco. Y si el acuerdo no es con la CUP, y sí con los comunes, pues bienvenidos sean para un partido como Junts, que perdió el norte político hace mucho tiempo.
La prueba de que en cierto modo todo responde a una pantomima, o a un enjuague entre tramposos, es que Ernest Maragall, responsable de ERC en el Ayuntamiento barcelonés, negó hace unos días, por activa y por pasiva, que fuesen a apoyar los presupuestos de Colau para la ciudad. El esfuerzo de Aragonès por explicar ayer que el pacto con los comunes le permitirá hacer frente al Covid y reforzará los servicios públicos en beneficio del ciudadano fue ridículo. Esa coartada no la puede creer ni él, y menos aún si pretende ser convincente en defensa de Colau, la responsable de la degradación más decadente vivida por Barcelona. Lo ocurrido es el síntoma elocuente de que Cataluña es incapaz de tocar fondo político. Siempre puede empeorar.