Editorial
Botellón: algo más que un problema social y de salud
El viernes, macrobotellón en la Complutense con más de 20.000 jóvenes; el sábado, la Guardia Urbana de Barcelona tuvo que salir corriendo para no ser agredidos los agentes por los participantes en otro botellón. Solo son estos dos ejemplos de una práctica social, nociva bajo cualquier punto de vista, que ha sufrido un espectacular rebrote en los últimos meses, una vez que decayó el estado de alarma y con él la gran mayoría de los toques de queda. El problema de las reuniones de miles de jóvenes para beber no es en absoluto nuevo y en algunas ciudades parece que se ha cronificado. Lo que sí resulta novedoso son los efectos, más allá de la perjudicial ingesta inmoderada de alcohol, que pueden tener estas reuniones descontroladas en tiempos de pandemia como el que aún nos encontramos. Si al problema de orden público y cumplimiento de las normas (no está permitido consumir alcohol en la calle) unimos el de salud, parece evidente que las administraciones deben tomar cartas en el asunto.