Editorial
Batet siempre supo que debía quitar el escaño a Rodríguez
La presidenta del Congreso, Meritxell Batet, sabía desde el pasado martes, y así lo reconoció abiertamente el jueves en la reunión de la Mesa, que el diputado de Podemos Alberto Rodríguez debía perder su escaño de inmediato. Es algo lógico en una jurista que debe saber, como principio básico del Derecho, qué es una inhabilitación, cómo se ejecuta un mandato judicial y, sobre todo, que carece de competencias para rebatir, reinterpretar, y menos aún desobedecer, una sentencia firme del Tribunal Supremo. Sin embargo, lo hizo manteniendo un absurdo pulso jurídico a los jueces sin el menor recorrido. Aquella decisión de Batet, y dado que su convicción personal e íntima era que Rodríguez tenía que irse de inmediato, solo puede ser achacable a una decisión política para no deteriorar las relaciones entre el PSOE y Podemos. Batet quiso retrasar lo inevitable y fingió que la decisión del Supremo era discutible a sabiendas de que no lo era. Y lo peor es que ha dejado en ridículo al Parlamento.