Editorial

Alemania da la puntilla

El Gobierno se ha desentendido por completo de la pandemia, y una de las consecuencias más lesivas es no haber influido en Europa para impedir que veten los viajes turísticos a España

Editorial ABC

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La decisión del Gobierno de Alemania de desaconsejar a sus ciudadanos que viajen a España durante este verano por los rebrotes de la pandemia, y por seguir considerando que somos un país de riesgo, va a suponer la puntilla a una campaña turística que hasta ahora no está cumpliendo las expectativas generadas meses atrás. Alemania se suma así a las recomendaciones que han hecho, por ejemplo, el Reino Unido y Francia, y de nada han servido los llamamientos del Gobierno español para que no se despierten en esos países alarmas injustificadas. Estos mensajes transmitidos desde los países más solventes de Europa son un drama para el maltrecho sector turístico, que ha pasado demasiados meses con hoteles e instalaciones de ocio prácticamente cerradas, o forzados a mantener una actividad bajo mínimos.

España ya no está sometida a un estado de alarma, y la letalidad de la pandemia ha disminuido drásticamente como lógica consecuencia del proceso de vacunación. Sin embargo, el Gobierno se ha desentendido por completo de la gestión de la pandemia. Pedro Sánchez solo está para anunciar buenas noticias, y las fases más delicadas, complejas e impopulares de la lucha contra el virus las ha delegado definitivamente en las comunidades autónomas con enormes dosis de confusión. No se ha legislado prácticamente nada pese a las recomendaciones de los tribunales o del propio Consejo de Estado, y Sánchez ha decidido que la pandemia decaerá por inercia. No quiere asumir más desgaste y su pretensión de dar una imagen de normalidad no está siendo creíble para muchos países europeos. Por eso es lógico que ante tanta incertidumbre el turismo se retraiga. España queda vencida en la práctica a un verano de desplazamientos eminentemente nacionales, que, pese a ser muy positivos, no dejan de ser insuficientes para que el sector pueda remontar. Además, las restricciones en muchas aerolíneas y aeropuertos siguen siendo amplias, y los países europeos han extremado las dificultades tanto para la entrada como para la salida de turistas, con cuarentenas preventivas o pruebas PCR sistemáticas, que a la postre condicionan y disuaden al viajero, hasta el punto de que prefiere no correr ningún riesgo.

Nuestro Gobierno improvisa continuamente y no ha sido previsor ni eficaz en su acción exterior. Más allá de las consecuencias sanitarias de la propia pandemia, es evidente que España no tiene el peso político suficiente en Europa, ni la capacidad de convicción necesaria para blindar nuestro turismo ofreciendo más certezas y seguridad. Meses atrás dejó solo al sector del turismo, y las ayudas directas tardaron meses en llegar. Además, fueron insuficientes. Ahora, la imagen de España en países cruciales para mantener nuestro tradicional flujo turístico vuelve a ser de indefinición ante la pandemia, o directamente de caos. Tampoco ayudan las imágenes de conductas muy incívicas en nuestras zonas turísticas. Esta es la consecuencia de la dejación de funciones, de una cogobernanza autonómica carente de criterios claros, y de no hacer bien el trabajo en Europa. El resultado es una parálisis que amenaza con estancar el turismo en un año determinante y llamado a ser el de una recuperación que, por desgracia, aún tardará en llegar.

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