Editorial
Abandono y soledad de los demócratas rusos
La entrega del premio Sajarov a Alexei Navalni, recogido ayer en Bruselas por su hija, coincide con el desmantelamiento de la ONG Memorial, fundada precisamente por Andrei Sajarov en 1989 y perseguida por el Kremlin
La entrega del premio Sajarov a Alexei Navalni, recogido ayer en Bruselas por su hija, coincide con el desmantelamiento de la ONG Memorial, fundada precisamente por Andrei Sajarov en 1989 y perseguida por el Kremlin, y también con la cumbre comunitaria con que la UE mostró ayer su apoyo moral a los países -Armenia, Azerbaiyán, Georgia, Moldavia y Ucrania- que viven bajo la amenaza del imperialismo ruso, versión presuntamente democrática y blanqueada del régimen soviético, con el que Vladímir Putin comparte medios -secuestro, veneno, cárcel, exilio, clausura- y fines. La soledad y la represión que padecen los demócratas rusos, homologable a la de los opositores de tiranías como las de Cuba, Venezuela o Nicaragua, no pasa de tener como respuesta automática, acto reflejo y burocrático de Bruselas, la condena, la sanción y el lamento. El efecto de esta política es nulo, para Putin y, más aún, para unos demócratas en los que reside la única esperanza de un cambio en Rusia y su contorno.